20 Choices (1)

En la vida de Elena todo trataba de despedidas. Desde muy joven su familia se mudaba continuamente, evitando formar amistades y lazos afectuosos con otras personas. Su inestabilidad social la habían convertido en una persona tajante, un tanto fría y atrevida. Veía cada día como el ultimo para vivirlo al máximo. Durante la secundaria, esta actitud le había hecho ganar múltiples admiradores y enemigos. Su avanzado conocimiento, la puso en los reflectores de la escuela pero todo esto no era importante para ella. Después de la promesa que le hizo su madre, al fin, después de tres años en el mismo lugar, tenía amigos y entre ellos, el mejor de todos: Carlos.

Su relación había tenido ciertos altibajos y un inicio excéntrico, mas el carácter sencillo y afable del joven hacia fácil que Elena lo invitara a todos lados.

La primera vez que se conocieron fue en el pasillo antes de que Elena llegara a su salón de clases. Él estaba sentado en el piso leyendo un libro, aun no sonaba la campana anunciando las clases. Fue ahí cuando una joven tropezó con su pierna, cayéndose aparatosamente y raspando su rodilla.

Él tenia los audífonos puestos, no escucho que alguien venia así que, solo se levanto como bólido y ayudó a la chica. Sin embargo, cuál fue su sorpresa al ver el rostro rojo como tomate y la mirada asesina.

Carlos solo se encogió de hombros temeroso, haciendo 'gulp'. ¿Quién era esta chica tan salvaje?

Con un débil gesto de regresar los libros que se le habían caído, la joven los arrebato de inmediato, dando media vuelta para meterse en el que era su salón. Para mala suerte de Carlos, era la nueva de su grupo y le toco sentarse detrás de ella.

Nadie vio el incidente, así que para ambos fue un alivio pues pudieron salvarse de las bromas y burlas de sus compañeros.

La primera cosa en común de ambos: ser el centro de atención. Fuera del reconocimiento por una buena labor, ambos mantenían perfil bajo. O al menos eso pensaba él hasta el día que la vio socializar con todos en el grupo para armar la fiesta mexicana.

Después de eso, su confianza se fue afianzando hasta que se volvió popular y muy querida entre los compañeros, incluso su manera de vestir y peinarse atraía a varios. Tenia una belleza natural y un aura imponente que atrapaba hasta el mas fuerte.

- ¿Tu no vas a ir? - una voz suave pero vivaz le preguntaba con una sonrisa coqueta.

- ¿Me hablas a mi? - contesto el chico que estaba sumergido como siempre en un libro, ajeno de su alrededor.

- Si,soy Elena, llevo un mes aquí y creo no hemos hablado - una mano súbitamente apareció ante su rostro, el le regreso el saludo. Su piel era suave y tersa, en comparación con su mano, esta era ligeramente más pequeña pero el apretón era firme, mostrando seguridad.

- Soy Carlos Duran, yo si te había visto, tropezaste con mi pierna - ¡Rayos! ¿porqué había dicho eso?

- Ahh... ¿eras tu? - la joven se ruborizó ligeramente, retrayendo su mano con inseguridad.

- Perdón, no quise molestarte, soy un tanto torpe a veces - Sentía hundirse cada vez mas en el abismo de "estoy metiendo la pata" y "tragame tierra".

- No, no hay problema, seamos amigos - la joven volvió a sonreír de manera tierna y coqueta. Sus ojos tenían un brillo diferente a cualquier otra chica que hubiera conocido. Sus dientes blancos perfectos hacían juego con su sonrisa.

- Claro - le sonrió tímidamente. No entendía porque de pronto, sentía su corazón latir deprisa y sus manos sudorosas.

- Entonces es un hecho, te veo mañana en la fiesta, la cooperación sera de $50 y sera en mi casa - después de decir esto, la joven le entrego una pequeña tarjeta, marchándose presurosa a su lugar.

La tarjeta era sencilla pero bellamente elaborada. Tenia dibujos hechos a mano de detalles mexicanos: una bandera ondeante, un sombrero y unos globos con puntadas de colores simulando confeti. La caligrafía era hermosa, firme y clara, muy femenina y ligeramente cursiva. Le encantaba la " D" mayúscula. Definitivamente iría a esa fiesta.

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Elena corrió por el pasillo que parecía eterno, las personas, cosas y demás eran completamente borrosas para ella. Fragmentos de recuerdos de su familia, del hospital, tumbas, lágrimas y dolor, solo perdidas en su vida, terminaban con el cálido rostro de Carlos. ¿Por qué había sido tan necia? ¿Por qué negaba sus verdaderas emociones? Si tan solo... si tan solo...

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