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cap 64

Desde el amanecer en la ciudad de Huaral, la brisa traía consigo el eco de las decisiones que se habían tomado en las horas de la noche. Naegi, con su característica amabilidad, observaba la escena con una mezcla de preocupación y determinación. En el capítulo anterior, había enfrentado las consecuencias de sus acciones, y ahora estaba decidido a encontrar una salida a la situación que lo rodeaba.

Mientras reflexionaba, las palabras de Abel resonaban en su mente. El emperador de Bolatti, aunque en un estado complicado, había dejado claro que no había lugar para la pasividad. La guerra se cernía sobre ellos como una sombra, y la única manera de sobrevivir era actuar. Sin embargo, Naegi no era un hombre de armas, sino de ideas. No podía permitir que sus amigos y aliados se convirtieran en meros peones en un juego de guerra.

La escena se trasladó a un rincón del pueblo, donde Todd y Jamal, enemigos acérrimos de Naegi, se recuperaban de los estragos de su encuentro anterior. Todd, con la flecha aún clavada cerca de su hombro, se sentó en una roca, meditando sobre las palabras de su compañero. "Si Naegi ha planificado esto, ciertamente es más astuto de lo que creíamos", comentó Jamal, mirándolo con desconfianza.

"¿Qué demonios estás pensando?", respondió Todd, frunciendo el ceño. "Si vamos tras ellos ahora, estamos caminando directo a la trampa. No hay duda de que Naegi nos está esperando". Era evidente que la astucia del joven había alterado los planes de aquellos que lo consideraban inferior. La trampa se había cerrado, y su única opción ahora era esperar y prepararse para la venganza.

Mientras tanto, en el pueblo de Sudán, Naegi hizo su entrada triunfal, aunque no sin un pequeño altercado con Abel, que lo había estado esperando. "Así que has vuelto", dijo Abel con una mirada burlona, mientras Naegi se acercaba a él con una determinación renovada. Pero el encuentro no fue como se esperaba. La tensión que había crecido entre ellos culminó en un intercambio de puñetazos y palabras hirientes. Sin embargo, en el fondo, Naegi sabía que estaba intentando proteger a los suyos, y eso lo hacía sentir un poco más seguro.

Mientras tanto, Flap y Medium contemplaban la ciudad, admirando su belleza. Pero la admiración pronto se tornó en inquietud. Las guerreras Udra, que se habían unido a ellos, observaban con una mezcla de curiosidad y respeto la resistencia de sus cuerpos contra las adversidades. Era evidente que la fuerza de la que estaban dotadas no solo era física, sino también emocional. La camaradería que se formaba entre ellos era un reflejo de la lucha que se avecinaba.

En una reunión llena de tensiones, Naegi se vio rodeado de aliados y enemigos por igual. Vincent, el líder de los que habían sobrevivido a la última emboscada, expresó su descontento con la llegada de las guerreras. "No son enemigos de los guardias, son enemigos del imperio", subrayó, dejando en claro que la situación era más complicada de lo que parecía.

Naegi, siempre amable pero con los pies en la tierra, intentó mediar. "Vincent, debemos recordar que estamos en el mismo lado. Estas personas nos ayudaron, y ahora debemos encontrar una forma de protegernos mutuamente". Pero las palabras de Abel, que planeaba retomar su trono y no dudaba en manipular a Naegi, resonaban en su mente y lo hacían dudar.

A medida que la tensión aumentaba, el plan de Naegi comenzó a tomar forma. "Si vamos a luchar, debemos hacerlo con inteligencia", dijo, proponiendo una estrategia que implicaba infiltrarse en la ciudad como bailarinas. Las miradas se centraron en él, la incredulidad palpable en el aire. Pero Naegi, con su característica mala suerte y su habilidad para encontrar soluciones creativas, tenía un plan.

En el otro extremo, el general Dirk Otomano disfrutaba de su tiempo en la taberna, distraído por las intrigas y el ambiente festivo. La llegada de bailarinas era una oportunidad para aliviar la tensión en su campamento, y su despreocupación lo llevaba a subestimar la situación.

Mientras todo esto sucedía, Naegi y sus aliados se preparaban para infiltrarse en la ciudad, convencidos de que su estrategia podía funcionar sin derramar sangre. Con la esperanza de que la danza de la estrategia se llevara a cabo sin contratiempos, Naegi tomó la mano de Rem, su compañera y amiga, y le dijo: "No te preocupes, encontraremos la manera de salir de esta juntos".

Así, la historia avanzaba hacia un clímax inesperado, donde la astucia y la amistad de Naegi podrían ser la clave para sobrevivir en un mundo lleno de traiciones y luchas por el poder. El futuro era incierto, pero él no se rendiría. La danza del fin de la gran cascada estaba a punto de comenzar, y Naegi estaba decidido a ser el autor de su propio destino.

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Naegi Makoto se encontraba en el salón donde sus amigos discutían con fervor. La tensión se sentía en el aire, y aunque el ambiente era grave, él se esforzaba por mantener una actitud positiva. Había pasado por tantas adversidades, y era esa amabilidad innata en él lo que le permitía conectar con los demás, incluso en los momentos más oscuros.

"Escuchen, tengo un plan para conquistar la ciudad de Huaral sin derramar una sola gota de sangre", proclamó Naegi, su voz firme y decidida. Abel, que parecía escéptico, frunció el ceño.

"Eso es imposible, Naegi. Estamos en medio de una guerra. Siempre habrá bajas, incluso si tu plan es minimizar el daño", respondió Abel, su postura llena de frustración. Sin embargo, Flap, con su característico entusiasmo, se mostró intrigado.

"¿De verdad puedes hacerlo? Después de todo lo que has pasado, ¿no estás un poco cansado? Una invasión podría ser agotadora", cuestionó Flap, su preocupación genuina resonando en el ambiente.

Naegi sonrió, recordando las veces que había estado al borde de la desesperación. "Sé que no estoy en mi mejor estado, pero soy como un trozo de leña. Cuanto más gastado estoy, más fácilmente puedo arder", explicó, con esa metáfora que siempre parecía encontrar en los momentos difíciles.

La conversación se tornó más intensa cuando Naegi cuestionó las ideas de Abel sobre infiltrarse por agujeros o puertas traseras. "Esos lugares son demasiado obvios. Nuestro enemigo, el que nos ha hecho la vida imposible, seguramente está esperando en esos puntos. Podría sellarlos o convertirlos en trampas mortales", advirtió, su tono grave reflejando la seriedad de la situación.

Abel asintió lentamente, reconociendo la lógica detrás de las palabras de Naegi. "Tal vez deberíamos considerar otras opciones, como el veneno", sugirió, solo para ser rápidamente rechazado por Naegi. La memoria de su propia experiencia con el veneno lo hizo temeroso. "No, eso es demasiado arriesgado", dijo, recordando el dolor que había sentido antes.

Flap, decidido a escuchar el plan de Naegi, interrumpió la discusión. "Quiero saber cómo piensas hacerlo. Si realmente es como dices, podría ser perfecto". Rem, que había estado observando en silencio, también mostró interés, algo que Naegi interpretó como una señal de que estaban empezando a confiar en él.

"Va a ser un poco… inusual", admitió Naegi, sonriendo mientras se preparaba para compartir su idea. "Necesitaremos a Flap para que se disfrace. Con su buen rostro, podría ser nuestra mejor oportunidad". Flap se mostró nervioso, pero al mismo tiempo, una chispa de emoción iluminó su mirada.

"¿De verdad tengo que hacer eso?", preguntó Flap, mientras Naegi comenzaba a prepararlo con materiales de maquillaje. "¡Esto es ridículo!", exclamó, pero su protesta se desvaneció al ver la determinación en los ojos de Naegi.

"Confía en mí, Flap. No estarás solo en esto. Todos estaremos contigo", le aseguró Naegi, su voz suave y alentadora.

Una vez que Flap estuvo maquillado y vestido como Flora, Naegi hizo su gran presentación. "Este es mi plan. Nos infiltraremos en la ciudad sin derramar sangre". Pero Rem, furiosa, no podía contener su indignación. "¿Me estás tomando el pelo? ¿Esto es una broma?", gritó, su reacción completamente comprensible.

"Espera, Rem. No te rindas tan rápido. Este plan se basa en información que he recopilado", dijo Naegi, intentando calmarla. Su mente trabajaba rápidamente, recordando que el general Dirko Tomano era conocido por su debilidad hacia las mujeres.

"Podríamos usar eso a nuestro favor. Si hacemos una fiesta, el general podría ser atraído hacia nosotros", sugirió Naegi, su entusiasmo renovado. Abel, aunque aún escéptico, se mostró interesado. "Una fiesta… cuéntame más".

Así comenzó un intercambio de ideas entre ellos. "Necesitamos una distracción y un señuelo", dijo Abel, mientras Naegi comenzaba a trazar el plan en el aire, viendo cómo cada pieza encajaba.

"Yo también me disfrazaré", dijo Naegi con determinación. "Y necesito que Abel también lo haga". Extrañamente, Abel aceptó, reconociendo que su aspecto podría ser útil. "En tiempos normales, esto parecería una locura, pero es el único recurso que tenemos".

Mientras Naegi y su grupo continuaban desarrollando su plan, Rem ofreció sus objeciones, pero incluso ella no pudo evitar sentir que había algo en la estrategia de Naegi que funcionaría. A pesar de su frustración, decidió apoyarlo.

Con el plan en marcha, comenzaron los preparativos. Abel estaba ansioso por actuar antes de que llegaran los refuerzos a la ciudad de Huaral. En medio de la organización, Medium regresó, buscando a su hermano. La confusión reinó cuando Flap, disfrazado, fue reconocido como Flora.

"¿Eres mi hermana ahora?", preguntó Medium, sorprendida. Flap, sintiéndose un poco incómodo, llamó a Naegi, quien se estaba preparando para salir. "¿Qué demonios me hiciste? Esto es aterrador".

Naegi, mientras se ajustaba su disfraz, sonrió con orgullo al ver cómo su plan iba tomando forma. "Recuerda, Flap, la belleza puede ser una poderosa herramienta".

Finalmente, llegó el momento de salir. Aunque Naegi sentía la presión y el nerviosismo, encontró consuelo en su grupo. "Cuando decides hacer algo, debes dar lo mejor de ti. Hay vidas que se pueden salvar. No tomaré atajos", dijo, mientras su confianza se reflejaba en su rostro disfrazado.

Con el grupo listo, partieron hacia la ciudad de Huaral, decididos a ejecutar su ingenioso plan. La tensión era palpable, pero Naegi sabía que si mantenían la calma y trabajaban juntos, podrían lograrlo.

Al llegar al primer puesto de control, Naegi se sintió nervioso. Con su disfraz de artista ambulante, se acercó al guardia con una sonrisa. "Somos una compañía de artistas ambulantes. Venimos del norte", explicó, tratando de sonar convincente.

"¿Artistas? ¿Qué tipo de espectáculo traen?", preguntó el guardia, curioso. "Creemos que esta ciudad es muy segura con esas grandes murallas. ¿Verdad?", continuó Naegi, buscando ganarse la confianza del guardia.

La conversación fluyó, y a medida que Naegi compartía anécdotas sobre su vida, el guardia comenzó a relajarse. "Es triste saber que han pasado por tantas dificultades. Todos estamos preocupados por la situación actual", dijo el guardia, sintiendo empatía por la "artista".

"Si nos dejan pasar, podremos alegrar a todos con nuestro espectáculo", insistió Naegi, y al final, el guardia accedió, permitiéndoles pasar al interior de la ciudad.

Una vez dentro, el grupo se movió con cautela, sintiendo la tensión palpable en las calles. Naegi, decidido a cumplir su misión, comenzó a bailar y a cantar, buscando relajar a la gente y desviar su atención. "¡Les mostraré una historia de un mundo lejano, lleno de dragones y demonios!", proclamó, mientras la música de Flap llenaba el aire.

Poco a poco, la gente comenzó a salir de sus casas, atraída por el espectáculo. Las inseguridades se desvanecieron, y a medida que la actuación de Bianca, es decir, Abel, cautivaba al público, Naegi sabía que estaban un paso más cerca de ejecutar su plan.

Mientras el grupo disfrutaba del momento, Naegi se dio cuenta de que, a pesar de las circunstancias adversas, su determinación y la conexión que había cultivado con sus amigos eran más poderosas que cualquier obstáculo que pudieran enfrentar. Con la misión a la vista, todo lo que quedaba por hacer era capturar al general Dirko Tomano y tomar el control de la ciudad.

Mientras se preparaban para el siguiente paso de su estrategia, Naegi sonrió, sintiendo una extraña mezcla de nerviosismo y emoción. Había llegado el momento de actuar, y estaba decidido a hacerlo con el corazón en la mano y la amabilidad como su mayor arma.

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