—Si la luna te ofrece un trato, no lo aceptes.
Fueron las últimas palabras de Matzuki antes de que despertara. Al abrir los ojos, me encontraba en la misma banca donde todo había sucedido. El parque estaba iluminado y lleno de gente que pasaba frente a mí: algunos paseando a sus mascotas, otros jugando con sus hijos. Algunos me miraban con juicio, como si fuera raro que me hubiese quedado dormido en una banca.
—¿Todo fue un sueño? —susurré, mientras me tapaba la cara con la mano, incapaz de creer que todo hubiera sido tan solo un sueño. ¿Qué posibilidad había de que fuera cierto?
—Supongo que, por lo que pasó, me quedé dormido y tuve esa pesadilla —dije, incrédulo, mientras me levantaba. Caminé hacia mi hogar, y esta vez no pasó nada extraño. La gente seguía en el parque, y la luz brillaba iluminando todo el lugar. Cada paso me convencía más de que había sido todo parte de un extraño sueño.
—Ya estoy en casa —grité al llegar a mi departamento, mirando los zapatos de mi madre en la entrada. De alguna forma, me sentí aliviado de que todo hubiera sido solo una especie de sueño y que no estaba muerto. Sonreí alegre al escuchar a mi madre.
—¡Bienvenido, hijo! Ya es muy tarde para que estuvieras afuera.
—Lo sé, mamá, pasaron muchas cosas, pero al fin estoy en casa —le dije, algo nervioso, mientras intentaba olvidar lo que había sucedido en ese lugar. Aún me preguntaba si en realidad había sido un sueño o no.
—¿Estoy muerto? ¿Estoy en un sueño? —pensé, ya que lo sucedido en el parque me parecía tan extraño. Pero al mirar mi hogar, todo estaba ahí: el mueble viejo, la televisión con las noticias del día, y la foto de mis padres, que estaba boca abajo para que mi madre no la viera.
Hace cinco años, mi padre nos había abandonado. Ese día salió a trabajar como cualquier otro. Mi mamá preparó nuestro desayuno favorito, y yo miraba la televisión, viendo un anime de moda. Yo era solo un niño que amaba a la familia que tenía. Al ver a mis padres felices y juntos, deseaba que así fuera toda mi vida. Pero después de eso, mi padre no volvió esa noche, ni al día siguiente, y así pasaron cinco años. Informamos a la policía, pero nunca lo encontraron. Se decía que había escapado con otra familia al extranjero. Había sido visto con una mujer en el aeropuerto. Esa versión, aunque solo un rumor, era la más real que teníamos, y destruyó por completo a mi madre. Ella no quería saber nada de él.
A pesar de todo, mi madre se las arregló para cuidarme durante esos cinco años. Aunque le dolió lo que hizo mi padre, nunca dejó de sonreírme mientras me cuidaba. Me consentía mucho en ese tiempo y siempre trataba de hacerme feliz. Ahora, su actitud alegre no había cambiado, y por eso quiero ser alguien de orgullo para ella, para devolverle todo lo que hizo por mí. Verla esforzarse y tragar su dolor hace que la ame aún más.
—Ya está la cena, hijo. Lávate las manos y disfrutemos juntos. ¿Cuéntame, qué tal te fue?
—Claro, mamá —le respondí sonriendo, recordando lo valiente que fue ella durante todo ese tiempo. Aún recordaba aquel día, el sabor de la comida, la charla que tuvimos sobre lo que me había pasado con Yuki, y las risas que sus chistes causaban para animarme.
Después de la cena, me fui a mi habitación y me recosté en la cama, mirando al techo mientras asimilaba todo lo que había ocurrido en el día. Mi única preocupación era saber cómo estaba Yuki. Tal vez debía disculparme, ya que fui muy grosero con ella. Miré mi celular, y vi varios mensajes de Yuki pidiéndome perdón por haberme engañado. Me decía que al que realmente amaba era a mí, pero que no podía dejar a su actual novio, porque él era de esos chicos que se apegan mucho a sus parejas y no pueden vivir sin ellas. Alegando que tenía miedo de separarse de él y que su novio hiciera algo estúpido, ella no quería eso en su conciencia y por eso no lo dejaba para estar conmigo.
—Si estás bien con ello, entonces podría ser novia de los dos al mismo tiempo —me escribió.
Al leer ese mensaje, quedé completamente sorprendido. ¿En serio pensaba que aceptaría ser su novio de repuesto? Qué asco me dio Yuki en ese momento. La chica que consideraba la novia perfecta no era más que una persona egoísta que pensaba que podía tenerlo todo.
No respondí el mensaje, sentía una rabia inmensa. De pronto, mi habitación se oscureció, tal como ocurrió en el parque...
—¿Otro campo demoníaco? —me pregunté, notando que la energía negativa parecía estar invadiendo la zona. Mientras mi habitación se oscurecía, el deseo de ver nuevamente a Matzuki creció. ¿Por qué pensé en ella en ese momento?
Entonces, escuché un grito proveniente de la sala de mi casa. Mi madre debió haber entrado en el campo demoníaco también. No era un sueño lo que viví en el parque, y si no era un sueño y había criaturas como las que vi ahí, entonces mi madre estaba en peligro. Al escuchar el grito, corrí a intentar ayudarla, pero la puerta de mi habitación no se abría, por más que intentaba. Desesperado, comencé a patearla, pensando lo peor. Mi madre, la persona que más amo en este mundo, estaba en peligro y yo no podía hacer nada para ayudarla. Forcejeé y golpeé la puerta, pero nada funcionaba.
—Es inútil. Si quieres ayudar a tu madre, escucha lo que tengo que decir —dijo una bella mujer con un vestido negro y un escote que dejaba poco a la imaginación. Su presencia irradiaba una luz brillante que disipaba toda la oscuridad a mi alrededor.
—¿Quién eres tú? —pregunté alarmado, tomando un bate que tenía en mi habitación por si tenía que defenderme.
—No temas, no soy un demonio —respondió.
—¿Entonces qué haces en un campo demoníaco? —le cuestioné, mientras ella se acercaba a mí y me tomaba de los hombros, dándome un cálido abrazo. Su cuerpo me sorprendió, ya que podía sentirlo muy cerca.
—Tsukiko, eres más lindo en persona —me dijo, abrazándome con más fuerza, poniendo mi cara en sus pechos los cuales eran muy cálidos, mientras una expresión de deseo se dibujaba en su rostro.
—He venido por ti. Más específicamente, para que seas mi ayudante —me explicó.
—¿Ayudante? —pregunté, mi voz quebrada por los nervios que la situación me provocaba.
—Exacto. Quiero que seas mi guerrero. Verás, en todo Japón hay entidades demoníacas que buscan atormentar a las personas inocentes, poseerlas para que acaben con más humanos y que la oscuridad reine sobre la Tierra. Por eso te necesito, para que elimines a esos demonios y protejas la ciudad —dijo mientras me tomaba de las mejillas, mirándome a los ojos con su rostro sonrojado.
—Solo te necesito a ti, mi pequeño Kaze. Solo tienes que llevar mi marca y, a cambio, haré lo que tú quieras. ¿Quieres poder? ¿Quieres ser amado por alguien? ¿Quieres encontrar a tu padre? Lo único que tienes que hacer es hacer un pacto conmigo y tendrás tu mayor deseo —me susurró mientras acercaba su rostro al mío, queriendo darme un beso.
—¿Un trato? —pregunté, perdido en la hermosa mirada de la mujer.
—¿Dijiste trato? ¿Entonces tú eres la luna? —le pregunté, con asombro.
—Exactamente, mi pequeño, yo soy la luna —respondió, entre extasiada y sonriente, mientras más y más se acercaba a mis labios.
En ese momento, recordé las palabras de Matzuki. "No aceptes el trato de la luna" Entonces Empujé a la luna, justo cuando estaba a punto de darme un beso.
La luna me miró con enojo e ira, su rostro distorsionado por la furia.
—¿Me acabas de empujar? —preguntó, con una sonrisa diabólica mientras sus pupilas desaparecían.
—Lo siento, pero no quiero poder, ni nada de lo que me ofreces —le respondí, confiado.
Un nuevo grito llamó mi atención.
—¡Mi madre está en problemas! Si solo viniste a eso, entonces vete, que tengo que salvarla —grité, mientras corría hacia la puerta. Al forcejear, por fin logré abrirla.
Mi madre estaba siendo atacada por una criatura demoníaca con forma de perro, que había logrado morder su brazo.
—¡Suéltala, maldito! —grité, mientras trataba de alejar al demonio golpeándolo con el bate. Mientras luchaba para proteger a mi madre, la luna seguía en mi habitación, observando sin hacer nada, mientras su mirada se distorsionaba cada vez más, siendo consumida por la oscuridad.
—Te ofrecí todo y te atreves a rechazarme, Kaze. Te has metido en un gran problema, pero no soy alguien que se rinda fácilmente, ¿sabes? —dijo, mientras se mordía un dedo de manera seductora, y en sus ojos se dibujaban unos corazones.
—Tú serás mío, Kaze. Necesito que acabes con todos los sellados. Aceptarás el trato, porque te obligaré a hacerlo, aunque eso signifique quitarte lo que más amas en este mundo. Y si tengo que hacerte pasar por un infierno para que me sirvas, lo haré. Volveré pronto, y cuando lo haga, estarás bajo mis pies.
Lo decía con una voz frenética, como una yandere. Antes de desaparecer, chasqueó los dedos y se desvaneció, llevándose consigo el campo demoníaco que había invadido mi barrio.
Todo lo que pude hacer fue ver cómo una luz calcino al demonio con el que estaba luchando. Mi madre miraba aterrada todo lo que ocurría, pero no supe cómo explicarle. Por eso, no dije nada.
—¿Mamá, estás bien? —corrí a abrazarla. Ella temblaba.
—Ya estamos a salvo, no temas —le dije, tratando de calmarla. Al final, lo logré, y me abrazó aliviada de que todo había pasado.
La levanté y la senté para vendar su herida. La mordedura la vendé y traté de curarla con lo que teníamos en casa... aunque sabía que no era suficiente. Era un demonio, y eso no se cura con medicina normal.
La luna había llegado a mi casa aprovechando la situación. ¿Qué hubiera pasado si aceptaba el trato? No sonaba tan mal, pero por alguna razón, Matzuki me advirtió sobre ella. ¿Conocía Matzuki a la luna? ¿Y por qué intentó besarme? La mirada que tenía después de que la empujara me preocupaba. ¿Rechazar a una diosa me traerá consecuencias?
—Bueno, ya terminó esta pesadilla —pensé. Pero en realidad, apenas comenzaba.
Al siguiente día fui a la escuela y lo que parecía un día tranquilo... todo se tornó un completo infierno. Mientras caminaba al aula, trataba de asimilar todo lo que sucedió la noche anterior. Estaba preocupado por mi madre y su herida, preguntándome si estaría bien. Ella fue a trabajar como de costumbre, pero ¿estaría realmente bien? En cada paso que daba, notaba cómo toda la escuela me miraba con asco mientras murmuraban a mis espaldas.
Al principio pensé que mi uniforme estaba sucio o algo, hasta que llegué al salón de clases y Taro, muy preocupado, llegó contándome todo lo que había sucedido. Mi mejor amigo me contó que Yuki le había dicho a toda la clase que yo intenté aprovecharme de ella después de que me rechazó, inventando muchas cosas que en realidad no habían pasado. Al escuchar esto, no pude evitar estar aterrado y decepcionado por las aberraciones que Yuki contó de mí. ¿Por qué lo hizo? Sé que fui grosero, pero no se compara a lo que ella me hizo y lo que quería hacerle a su novio al ofrecerme ser su novio aun estando con él.
Cuando me senté en mi pupitre, las críticas seguían hacia mí, y no paraban de mirarme con odio. Esto pasa cuando te metes con la popular de la escuela. Las clases me salvaron por un tiempo, pero al terminar, muchas chicas que me hablaban se alejaron de mí. Las amigas de Yuki, que también fueron mis amigas, arruinaron mi banca y comenzaron a tirar basura en ella, dejándola destrozada. En el recreo, el novio de Yuki me buscó junto a sus amigos para golpearme, dejándome lastimado mientras se burlaban de mí y me tachaban de un maldito pervertido.
—Ahora no eres muy rudo, ¿eh, idiota?
Mientras más me golpeaban, En todas las clases escuchaban el nombre de Tsukiko Kaze y lo odiaban por completo. ¿Cómo es que terminó todo así? Todos me abandonaron, todos menos Taro, quien sabía la verdad y nunca me abandonó. Por eso era mi mejor amigo.
Yo pensé que todos lo odiarían igual, pero Taro se ganó a los compañeros y cuando ellos le decían que se alejara de mí, él siempre me defendía. Aunque no los convencía de dejar de odiarme, al menos no tocaban más el tema.
Así pasé mi último año de secundaria, con acoso diario, burlas, humillaciones, golpes de mis compañeros y otras clases. Y los profesores... cuando les conté la situación, le dieron la razón a Yuki, diciendo que tenía más que perder yo que ella por ser mujer. Así que, si quería evitar más problemas, debía aguantar todos esos malos tratos.
Nadie me quería ayudar. Estaba solo con el constante acoso de mis compañeros y de la luna, quien siempre me miraba a lo lejos con una mirada fría, esperando hacer un trato conmigo. En la calle, en la escuela, en mi propia casa, estaba la desgraciada esperando que la situación me derrumbara y aceptara hacer un trato para que dejaran de odiarme. Fui fuerte por mi madre, a quien no le conté nada de lo que me pasaba, pues desde que la mordió ese demonio, su salud disminuyó drásticamente y siempre se encontraba enferma.
Decidí ser valiente como ella, porque a pesar de que estaba enferma, jamás dejó de ser la misma y evitó preocuparme fingiendo que estaba bien. Pero ese día, cuando llegué a casa, ella simplemente se desplomó. Traté de ayudarla, pero estaba inconsciente y al mirar la herida, todo su brazo estaba negro y su herida abierta.
—Mamá, despierta por favor, escúchame. Todo estará bien, por favor no me abandones.
Grité eufórico y asustado Llamé a una ambulancia y pronto la llevaron a urgencias. Mi madre había entrado en coma y la mordida había desaparecido, pero el virus estaba llegando a su corazón. Los doctores no sabían qué tenía, así que la aislaron en cuarentena mientras la hora de morir de mi madre se acercaba.
Todos los días iba a verla, aunque no me dejaran entrar, la miraba desde fuera de la ventana, llorando al pensar que mi madre pronto moriría y yo no podía hacer nada para protegerla.
—Aún puedes salvarla, Kaze, solo acepta servirme.
Dijo la luna, quien estaba detrás de mí viéndome sufrir.
—Todo esto es tu culpa.
Le dije mientras la empujaba lleno de odio, sin poder contener las lágrimas.
—Yo no hice nada, lo hiciste tú por no llegar a tiempo. ¿Y aunque lo hubieras hecho, en serio creíste que podrías salvarla? Eres muy débil y ese demonio hubiera acabado con los dos.
Lo decía mientras se burlaba de mí y de lo débil que soy.
—¡Cállate! Si no fuera por tu maldita obsesión de poder y querer eliminar demonios, nada de esto hubiera pasado.
Le grité mientras salía del hospital en shock de todo lo que me estaba pasando. ¿Era culpa de la luna el infierno que estaba pasando? ¿O solo fue mi descuido? Por más que quisiera culparla, no podía. Con Yuki fue mi culpa y con mi madre igual. Si hubiera llegado antes, la hubiera salvado.
Fui a casa de mis abuelos, quienes me estaban cuidando. Los padres de mi madre eran muy amables y aceptaron llevar mis gastos, pero no podía permitir eso. Era mi turno de pelear por mi mamá, así que trabajé medio tiempo y estudiaba para pagar el hospital y lo que necesitara, así no le hacía más carga a mis abuelos.
Así pasé mi último año de secundaria, lo que nos trae al presente. Estaba a punto de entrar a preparatoria, era mi primer día. Estaba dispuesto a olvidar a Yuki y lo que pasó con ella. Busqué la escuela más alejada de mi secundaria para no toparme con nadie de ellos. Aunque tomaba dos trenes, eso no me importaba, con tal de no revivir ese infierno estaría bien. Taro me acompañó a esa escuela porque, aparte de ser un niño adinerado, también era mi mejor amigo y no me quiso dejarme solo. Eso me alegra.
Debía ayudar a mi madre, salvarla de su coma. Llevaba más de 9 meses en ese estado. Sabía que podía salvarla, así que me esforzaría para lograrlo y así, cuando despierte, vea que su pequeño había madurado.
Tenía tiempo que la luna no me había hablado. También no había entrado a un campo demoníaco desde la última vez. ¿Tal vez se rindió conmigo y encontró a alguien más? Eso era bueno, ahora podía concentrarme en tener una vida escolar buena, sin demonios ni Yuki ni gente estúpida que cree la versión de una historia antes de conocer bien los hechos.
Bien, ahora comenzaría una nueva etapa en mi vida y sé que lograré salvar a mi madre.
O eso pensé, la luna siempre obtiene lo que quiere y pronto me daría cuenta de ello….