—Vamos, Jacob, deja de andar decaído —suspiró Dylan—. Llegamos tarde.
Rodé los ojos y me levanté.
—No ando decaído —murmuré mientras pasaba por su lado—. ¿Vienes o no?
Escuché que me seguía.
—Eres el jefe de patrulla ahora —dijo Dylan—. No deberías llegar tarde a una reunión importante.
Suspiré y entrecerré los ojos.
—Todavía nos queda media hora antes de que tengamos que estar allí —dije, tratando de mantenerme calmado—. ¿Me puedes dejar en paz?
—Son 20 minutos, no media hora —dijo Dylan, haciendo que mi enojo creciera.
Apreté la mandíbula y tomé una respiración profunda.
Tenía que ignorarlo, o su actitud molesta me haría estallar.
—¿Qué diablos te pasa hoy? —preguntó Dylan—. Tu mal humor va a arruinar esta reunión.
Realmente iba a pegarle.
Dylan agarró mi brazo y me hizo parar de caminar. Gruñí intentando soltar mi brazo de su agarre.
—Háblame, Jacob —dijo Dylan—. No te dejaré ir así. Obviamente algo te molesta.
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