—¿Daisy? —llamé en cuanto entré a mi casa.
Bueno, ahora era la casa de mi hermano y de Daisy, pero siempre me decían que este era y siempre sería mi hogar. Ni siquiera tocaron mi habitación. Querían que la tuviera. Les estaba muy agradecida. Esta casa y Andrew eran los únicos lazos que tenía con mis padres. Tuve tanta suerte de poder conservar ambos.
—Cocina —escuché su voz.
Caminé hacia la cocina y sonreí en cuanto la vi. Se parecía a un pequeño pingüino cuando caminaba.
—Deja de sonreír —dijo Daisy, frunciendo el ceño hacia mí—. Espera a que te embaraces. Caminar es difícil.
Sonreí mientras me acercaba a ella y coloqué mis manos en su vientre.
—¿Cómo está mi pequeño amigo? —pregunté suavemente.
Él pateó mi mano, y yo sonreí.
—Muy inquieto —suspiró Daisy—. No puedo esperar a que salga de mí para que pueda patear a tu hermano por un cambio.
Me reí por lo bajo y le acaricié el vientre suavemente.
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