Rain se acercó más, colocando el vaso en la encimera detrás de Alejandro. Sin darse cuenta, gimió mientras su cuerpo rozaba el de él, y en lugar de alejarse, levantó la cabeza y frotó su nariz contra su cuello. ¡Era consciente de todas sus acciones pero no podía evitar querer sentirlo!
—¡Estoy tan condenada! —gritó por dentro, pero su cuerpo parecía tener voluntad propia. Estaba perdiendo el control sobre sí misma. Lentamente rodeó con sus brazos el cuello de él, levantándose de puntillas para besar su cuello. Él gruñó y murmuró roncamente —Rain… detente.
—Quiero, pero se siente tan bien estar cerca de ti así. Lo siento, me siento tan extraña, y es un poco doloroso —murmuró ella contra su cuello, lamiendo y succionando su piel. Rain jadeó cuando Alejandro de repente la cargó. Instintivamente rodeó su cintura con las piernas y enterró su rostro en su cuello.
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