—Un grito ahogado escapó de sus labios mientras se levantaba abruptamente, casi derribando la silla detrás de ella. Sus ojos brillaban de asombro y maravilla, manos apretadas fuertemente sobre su boca —¡Oh cielos, maldición— Lo que salió de sus labios a continuación fue una serie de palabrotas que hizo incluso a Jillian — quien había pasado la mitad de su vida entre rudos soldados y confiaba en haber escuchado todas las malas palabras habidas y por haber — fruncir el ceño y tuvo que esforzarse por contener las ganas de lanzar a la mujer por la ventana. La miró furioso. ¿Qué le pasaba a esta mujer rara? ¿Por qué miraba a Regius con esos ojos grandes y estrellados?
—¡Eres real! —gritó emocionada, casi zumbando de entusiasmo—. Bueno, sé que eres real pero no puedes realmente confiar en los rumores sin verlo en persona, ¿sabes? ¡Y cielos, qué hombre tan guapo eres! Nadie me había dicho que eres tan...
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