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Capítulo 18: La Maquinaria de la Guerra

El aire en las murallas de la fortaleza estaba cargado de tensión. Rivon, tras regresar de la misión de caza, apenas tuvo tiempo para descansar. La guerra en Zerith-4 no permitía treguas, y los soldados y Ascendidos estaban siempre en movimiento, listos para enfrentar lo que fuera necesario. Los Shak'Thor podrían regresar en cualquier momento, y el Imperio no tenía intención de mostrar debilidad.

Los oficiales Ascendidos no tardaron en reunirse con los soldados de regreso, ofreciendo instrucciones claras y directas para las próximas misiones. Rivon, aunque aún sentía el peso de los combates recientes, se mantenía atento, listo para actuar. El descanso no era una opción en este lugar. La maquinaria de la guerra seguía avanzando, y él, como todos los demás, era una pieza más dentro de ese engranaje implacable.

Tenemos informes de movimientos en el sector norte — dijo uno de los oficiales, su voz resonando con frialdad. — Los Shak'Thor están reagrupándose. Nos mantenemos en alerta máxima. Nadie debe relajarse. Las defensas se reforzarán en todas las áreas clave.

Rivon asintió junto con los demás, sus pensamientos divididos entre el deseo de volver a la batalla y el control que aún debía ejercer sobre sí mismo. A pesar del cansancio físico, algo dentro de él seguía ardiendo, una mezcla de violencia reprimida y ansia por más sangre. El placer oscuro que sentía cada vez que entraba en combate, cada vez que derramaba sangre, seguía presente, latente bajo la superficie.

A medida que el oficial continuaba dando órdenes, Rivon y el resto de los Ascendidos Menores se dirigieron hacia sus nuevas posiciones. No habría descanso, no mientras los Shak'Thor siguieran merodeando por el planeta. Cada tarea estaba diseñada para mantenerlos ocupados, siempre alerta, siempre preparados para lo inevitable: el siguiente ataque.

Las órdenes no eran simples. Refuerzos en las defensas, patrullas constantes, y misiones de reconocimiento en sectores clave que podían haber sido comprometidos por los enemigos. Rivon fue asignado a una de estas misiones, junto con un pequeño grupo de legionarios y un par de Ascendidos Menores. Su tarea era simple: reconocer y asegurar una zona que había sido devastada en los combates previos, donde se sospechaba que los Shak'Thor podían estar ocultándose nuevamente.

El grupo salió poco después del amanecer, cuando el sol apenas comenzaba a asomar sobre el horizonte, arrojando una luz tenue y rojiza sobre las ruinas devastadas. El planeta seguía siendo un campo de batalla, incluso cuando no había enfrentamientos directos. Las estructuras derrumbadas, las torres que se inclinaban hacia un lado, y los cráteres humeantes eran testigos silenciosos de la guerra sin fin que se libraba en Zerith-4.

Rivon caminaba en silencio, sus sentidos agudizados. La adrenalina no había abandonado su cuerpo desde la última batalla, y aunque había mantenido bajo control sus ansias más oscuras, la expectativa del combate seguía encendiendo algo dentro de él. El deseo de enfrentarse a los Shak'Thor de nuevo, de derramar más sangre, era innegable.

El grupo se movía con cautela entre los escombros, cada uno de ellos con los ojos fijos en el terreno. Los Shak'Thor eran cazadores sigilosos, y sabían que cualquier error podía ser fatal. Rivon, sin embargo, no sentía miedo. Solo anticipación.

Mantente alerta — le dijo uno de los Ascendidos Menores mientras pasaban junto a un edificio derrumbado. — No hemos tenido contacto con el enemigo desde anoche, pero eso no significa que no estén aquí, observándonos.

Rivon asintió, pero su mente estaba en otro lugar. El reconocimiento era solo el preludio de lo que vendría después. La batalla sería inevitable, y cuando llegara, él estaría listo. La necesidad de matar, de volver a sentir ese poder sobre sus enemigos, lo consumía. Cada paso que daba lo acercaba más a esa sensación, a ese momento en que podría volver a desatar toda la crueldad que había estado acumulando.

El sector norte, donde estaban realizando su misión, era un área clave para la defensa de la fortaleza. Los recursos que fluían desde allí eran vitales para la producción de armas y suministros. Si los Shak'Thor lograban infiltrarse en esa zona y establecer una base, sería un golpe devastador para las defensas humanas en Zerith-4. Rivon lo sabía, pero no era la logística lo que lo mantenía enfocado. Era el simple hecho de que, en cualquier momento, podía enfrentarse de nuevo a sus enemigos.

Después de varias horas de patrullaje, el grupo llegó a un área particularmente destrozada, donde el suelo estaba cubierto de cuerpos y el aire olía a metal y carne quemada. Rivon observó la escena con frialdad. Los cadáveres de los legionarios que habían caído en combates previos yacían esparcidos por el suelo, algunos mutilados de tal manera que apenas eran reconocibles. Entre los restos, también había algunos Shak'Thor, sus cuerpos oscuros y pesados descansaban junto a los humanos caídos.

No hay movimiento — informó uno de los legionarios mientras escaneaba el área con su visor. — Parece que el área está segura.

Rivon, sin embargo, no estaba tan seguro. Algo en el ambiente lo mantenía en alerta, una sensación extraña que no podía ignorar. El silencio que los rodeaba no parecía natural, como si algo más estuviera ocurriendo fuera de su vista.

Pero no había tiempo para dudar. La misión debía continuar. La instrucción era clara: mantener la zona segura, establecer un perímetro defensivo y esperar nuevas órdenes. Rivon sabía que esto era solo una pequeña parte del engranaje que movía la guerra en Zerith-4, pero también sabía que cada momento que pasaba sin un enemigo al que enfrentar lo acercaba más al punto de ruptura.

Mientras trabajaban en asegurar el área, Rivon seguía sintiendo el eco de la violencia que había vivido recientemente. Cada vez que sus pensamientos volvían a los combates, el deseo crecía. La sangre, el sonido de la carne desgarrada, los gritos de sus enemigos mientras caían... Todo eso lo llenaba de una satisfacción oscura que no podía ignorar.

Pero por ahora, debía seguir las órdenes, aunque el deseo de más violencia nunca desaparecía del todo. Sabía que la guerra en Zerith-4 estaba lejos de terminar, y cuando el momento llegara, él estaría listo para derramar más sangre.

Las instrucciones eran claras: defender las murallas y repeler cualquier ataque antes de que los Shak'Thor pudieran acercarse lo suficiente para un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. En esta guerra, el combate a distancia era clave. Las armas de plasma, los rifles de largo alcance y los cañones de defensa eran las primeras y más importantes líneas de defensa contra la implacable fuerza alienígena. Solo cuando el enemigo lograba romper las filas y llegar demasiado cerca era cuando el combate se volvía más visceral, más brutal.

Rivon ajustó su rifle de plasma, asegurándose de que estuviera listo para el siguiente enfrentamiento. Las misiones de caza habían sido diferentes; allí, el combate directo había sido inevitable. Pero en las murallas, todo era más calculado. Cada disparo contaba, y los soldados sabían que debían maximizar el daño antes de que los Shak'Thor pudieran cerrar la distancia.

Los Ascendidos Menores, como Rivon, se alinearon en las posiciones de defensa designadas. Desde lo alto de las murallas, los cañones pesados rugían, lanzando proyectiles incandescentes hacia el horizonte, donde los Shak'Thor se acercaban desde la oscuridad. Las naves de la Mano seguían combatiendo en el cielo, pero los informes indicaban que más de las criaturas habían logrado atravesar las líneas defensivas aéreas y estaban descendiendo hacia la superficie.

No dejen que se acerquen demasiado — ordenó uno de los oficiales, su mirada fija en los escáneres que mostraban el avance de las fuerzas alienígenas. — Nuestra prioridad es mantenerlos fuera de las murallas. Si cruzan esta línea, la ciudad estará en peligro.

Rivon apuntó su rifle hacia la lejana línea de combate, donde las primeras formas oscuras de los Shak'Thor comenzaron a aparecer. La distancia era considerable, pero sus rifles estaban diseñados para abatir al enemigo mucho antes de que pudieran acercarse. El disparo fue preciso. El haz de plasma cruzó el aire en un segundo y golpeó el cuerpo de uno de los Shak'Thor, que cayó al suelo con un estruendo. Los demás siguieron avanzando, sin detenerse.

La batalla a distancia se desarrollaba con una intensidad calculada. Los disparos de los legionarios y Ascendidos resonaban por todo el campo, mientras los Shak'Thor intentaban avanzar, esquivando o simplemente soportando los impactos de las armas humanas. El enemigo era resistente, y por mucho que cayeran, siempre volvían a levantarse o eran reemplazados por otros que seguían avanzando sin miedo.

Rivon mantuvo la calma, su rifle disparando repetidamente mientras veía a los Shak'Thor caer uno tras otro. Pero a medida que el combate continuaba, algo en su interior se agitaba. La distancia lo frustraba. La sangre que ansiaba no era tan tangible desde esta posición. La lucha cuerpo a cuerpo era lo que lo hacía sentir realmente vivo, lo que satisfacía sus deseos más oscuros. Pero por ahora, sabía que debía mantener la distancia.

Vienen más rápido de lo previsto — anunció otro oficial, observando las lecturas en su visor. — Manténganse firmes. No podemos permitir que lleguen a las murallas.

Los Shak'Thor, aunque abatidos por los disparos, seguían avanzando. Rivon y los demás Ascendidos disparaban sin pausa, pero la ola de enemigos no parecía detenerse. Las explosiones resonaban en la distancia, mientras los cañones de la fortaleza hacían su trabajo para mantener el avance alienígena a raya.

A lo lejos, una nave de la Mano descendió en picado, envuelta en llamas tras ser impactada por las armas enemigas. El impacto sacudió la tierra, y la columna de humo que se elevó en el horizonte era un recordatorio claro de lo cerca que estaban de perder la ventaja en la batalla.

Están rompiendo las defensas aéreas — gritó un legionario desde uno de los puntos de vigilancia. — Tenemos que concentrar más fuego hacia el este.

Rivon ajustó su posición, moviéndose con los otros Ascendidos hacia una nueva área de la muralla, apuntando su rifle hacia el este. Los Shak'Thor parecían más organizados, lanzándose en ataques coordinados, buscando puntos débiles en la defensa humana. La tensión aumentaba, y cada disparo debía ser certero.

Mantén el enfoque — murmuró un Ascendido a su lado, notando cómo Rivon disparaba con una precisión casi inhumana. — No dejes que se acerquen.

Pero Rivon no podía evitar pensar en lo que sucedería cuando los Shak'Thor finalmente lograran llegar a las murallas. Su sed de combate solo crecía con cada disparo, y aunque sabía que la prioridad era mantener la distancia, la tentación de enfrentarlos directamente estaba siempre presente en su mente. Sabía que vendría ese momento, y cuando lo hiciera, estaría listo para desatar todo lo que había dentro de él.

El campo de batalla aún estaba teñido de sangre, y los Shak'Thor que no habían sido abatidos huían de vuelta a sus líneas. Rivon se quedó en las murallas, su respiración entrecortada, pero la adrenalina aún corría por su cuerpo. La batalla había terminado, al menos por ahora, pero la tensión que sentía dentro no desaparecía. La sangre y la destrucción solo habían alimentado su verdadero ser, y con cada muerte, su deseo por el control y el placer se volvía más intenso.

Mientras Rivon observaba el horizonte, varios Ascendidos Menores se acercaron a él. Las armaduras tecnológicas de estos guerreros eran imponentes, y sus rostros, ocultos tras los visores, reflejaban una mezcla de curiosidad y respeto hacia Rivon. Él no era como ellos. No había sido entrenado desde el principio para ser un soldado del Imperio, y sin embargo, se había mostrado más letal que muchos de los suyos.

— Rivon, ¿cómo es que luchas de esa manera? — preguntó uno de los Ascendidos, su voz resonando en el casco. — No eres un Ascendido, pero parece que estás hecho para la guerra. No he visto a nadie con ese instinto desde que me uní a las filas.

Rivon se giró hacia él, su mirada fija y fría. La diferencia en estatura entre ellos era mínima. Los Ascendidos, soldados genéticamente mejorados, solían medir más de dos metros de altura, mientras que el promedio de los humanos normales rondaba los 1.80 metros. Sin embargo, Rivon, ahora con más de dos metros de altura, se veía igual de imponente que cualquiera de ellos.

— No lo sé, respondió Rivon con voz calma, pero su tono era firme. Tampoco me lo pregunto. Hago lo que hay que hacer.

Los Ascendidos intercambiaron miradas. Había algo en Rivon que los intrigaba. Un humano normal, que no había recibido las mejoras del Núcleo Celestial, no debería ser capaz de luchar con tanta ferocidad, ni mucho menos resistir el embate de los Shak'Thor de la manera en que él lo había hecho. Pero ahí estaba, cubierto de sangre y de pie como si la batalla no lo hubiera afectado.

— Es impresionante, dijo otro Ascendido, ajustando su visor. — Nosotros fuimos creados para esto. La guerra es nuestro propósito, y lo hacemos en nombre de Daxa. Pero tú... es como si fueras uno de los nuestros, aunque no lo seas. Estás hecho para la destrucción.

Rivon no respondió de inmediato. Sabía que había algo diferente en él, algo que lo hacía destacar incluso entre los Ascendidos. Su tamaño, su fuerza, su capacidad de lucha—todo ello era superior al de un humano normal, pero no tenía explicaciones. La guerra lo llamaba, y el placer de la violencia le proporcionaba una claridad que no había sentido nunca antes.

— La guerra lo es todo, continuó el primer Ascendido, su voz baja pero cargada de convicción. — Nosotros vivimos y morimos por Daxa. Cada enemigo que eliminamos, cada planeta que defendemos, es por ella. No hay mayor honor que servirla en el campo de batalla.

Rivon asintió lentamente, pero la devoción de los Ascendidos hacia Daxa no lo conmovía de la misma manera. Para él, la guerra era un medio para algo más, un camino hacia el poder y el control. Daxa podía ser una figura venerada, pero Rivon sentía que su verdadero destino iba más allá de la simple servidumbre. Sin embargo, no era el momento de expresar esas dudas.

Uno de los Ascendidos lo miró más de cerca, como si intentara descubrir el secreto de su fuerza.

— ¿Te han modificado? — preguntó finalmente. — Pareces más que un humano común. No es solo tu tamaño, es como si estuvieras destinado a esto, a la guerra.

Rivon bajó la mirada hacia su propio cuerpo. La sangre de los Shak'Thor todavía goteaba de su armadura, pero debajo de todo eso, sabía que su verdadera naturaleza aún no se había revelado por completo. No había sido modificado, pero algo en su interior le decía que no era normal. Sentía un poder oscuro y primitivo que crecía dentro de él, algo que no podía explicarse solo con entrenamiento o instinto.

— No me han hecho nada — respondió Rivon con una sonrisa leve pero fría. — Solo sé cómo matar.

Los Ascendidos lo observaron en silencio, sus rostros imperturbables bajo los cascos. Había una admiración silenciosa en sus miradas, pero también algo de cautela. Rivon no era uno de ellos, y sin embargo, su habilidad en el combate era innegable. La guerra lo había moldeado, pero ellos no entendían del todo cómo.

Finalmente, el oficial al mando del grupo intervino.

— Sea lo que sea, Rivon, has demostrado ser útil para el Imperio. Mantente así y puede que haya algo más para ti en el futuro. La guerra es nuestro destino, y parece que también lo es para ti. No lo desperdicies.

Rivon asintió en silencio. Las palabras del oficial resonaron en su mente, pero no de la manera que esperaba. El futuro que él veía no era el mismo que los Ascendidos imaginaban. El poder, el control, todo eso estaba al alcance de su mano, y cada batalla lo acercaba más a sus verdaderos deseos. La guerra era solo el medio, pero él sabía que pronto habría algo más que simplemente seguir órdenes.

— Volved a las posiciones, ordenó el oficial a los demás. — La próxima oleada no tardará en llegar.

Mientras Rivon observaba a los Ascendidos volver a sus puestos, sus pensamientos se oscurecieron. La sangre derramada, el deseo creciente, todo eso estaba conectado. Cuanto más mataba, más fuerte se hacía esa necesidad dentro de él. Sabía que pronto tendría que actuar en consecuencia. El campo de batalla seguía siendo el único lugar donde podía ser completamente él mismo.

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