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Capítulo 7: Un Juego que Tomaba Forma

La semana en Glitch Games Inc. había sido intensa, cargada de creatividad y planificación. El equipo, liderado por Claudio, había dado forma a un proyecto que, sin que Robert lo supiera, estaba encaminado a ser mucho más grande de lo que cualquiera de ellos había imaginado. Cada día traía nuevas ideas, nuevas mecánicas, y nuevos retos.

Claudio, Carlos, y Adrián habían estado refinando todos los aspectos del juego. Se había convertido en una obsesión, pero no cualquier obsesión. Estaban creando un juego de estrategia ambicioso, uno que no solo evolucionaría en el tiempo, sino que cambiaría las expectativas de lo que un juego de este tipo podría ofrecer.

Claudio, mientras revisaba el progreso, dijo con entusiasmo: "Tenemos que darles a los jugadores más control sobre el entorno. Piensa en esto: al principio, están a merced del clima, las sequías, o las inundaciones, pero a medida que avanzan, pueden empezar a modificar su entorno. **Terraformación**."

Carlos levantó la vista intrigado. "¿Terraformar? ¿Cómo funcionaría eso?"

Claudio sonrió. "Cuando lleguen a cierto punto en el **árbol de tecnologías**, podrán modificar la geografía de su ciudad. Por ejemplo, si están en un desierto, pueden construir canales de riego, transformar áreas áridas en campos fértiles. Y más adelante, incluso podrían cambiar el clima con tecnología avanzada, controlar la lluvia o evitar tormentas."

Adrián se mostró aún más entusiasta. "¡Eso sería genial! Y no solo eso, ¿qué tal si añadimos **mejoras genéticas**? Cuando los jugadores lleguen a la era moderna, podrían implementar **ingeniería genética** en sus ciudadanos, hacerlos más eficientes, aumentar su esperanza de vida o resistencia a enfermedades."

"Sí," dijo Claudio, emocionado. "Y también podríamos incluir **tecnología biomédica**. Los jugadores podrían desarrollar avances médicos que afecten no solo la vida de sus ciudadanos, sino también su moral y productividad. Imagínate tener una ciudad donde el 100% de la población está sana y vive más de 100 años."

Carlos anotaba frenéticamente. "Eso sería una pasada, pero ¿y si también añadimos **construcción modular** en los edificios? Que no sea simplemente colocar edificios, sino que los jugadores puedan personalizarlos. Por ejemplo, en la era moderna podrían tener edificios con **paneles solares**, **jardines verticales**, o incluso **sistemas de energía sostenible** como molinos de viento en la azotea."

Adrián levantó la mano para añadir algo más. "¿Y si añadimos un sistema de **economía global**? Los jugadores no solo gestionarán su ciudad, sino que tendrán que comerciar con otras civilizaciones, competidores o incluso con sus propias colonias en el espacio. Podrían enfrentarse a **crisis comerciales** o aprovecharse de oportunidades si juegan bien sus cartas."

Claudio sonrió. "Y más aún, podríamos hacer que el comercio no solo se base en el intercambio de recursos físicos. ¿Qué tal si en la era futura comerciaran con **información**, **inteligencia artificial** o incluso con **derechos de explotación de planetas** en otras galaxias?"

Carlos se apoyó en la mesa con una sonrisa cómplice. "Eso suena fantástico, y podríamos añadir un sistema de **política intergaláctica**. Los jugadores tendrían que gestionar no solo sus ciudades y colonias, sino también alianzas políticas con otras civilizaciones espaciales. Decisiones sobre si firmar tratados de paz o si iniciar guerras por la dominación galáctica."

Adrián, cada vez más emocionado, añadió: "Y no olvidemos los **vehículos futuristas**. Los jugadores podrán crear **naves de exploración**, **drones de vigilancia** para sus ciudades, y hasta **robots de construcción** para expandirse más rápido en terrenos hostiles. Pero esos avances tendrían un costo energético enorme, por lo que tendrían que equilibrar la producción de energía y su uso."

Claudio apuntó una nueva idea: "Ya que hablamos de energía, podríamos tener **fuentes de energía avanzadas**. Los jugadores podrían descubrir **energía de fusión**, **energía oscura**, o incluso **extracción de energía de agujeros negros** para alimentar sus ciudades y exploraciones espaciales."

La lluvia de ideas seguía creciendo. No había un límite para lo que podían imaginar. **Claudio**, **Carlos**, y **Adrián** se estaban asegurando de que cada aspecto del juego fuera único y mantuviera a los jugadores ocupados durante horas.

Después de una semana de planificación y desarrollo de ideas, el equipo decidió que era momento de mostrar todo lo que habían trabajado a Robert. **Adrián** sería el encargado de presentar el proyecto al jefe.

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Adrián se sentía más seguro de sí mismo que al principio. Sabía que lo que estaban creando tenía un potencial enorme, y estaba ansioso por mostrarle todo a Robert, aunque el jefe parecía estar más interesado en sus propios juegos.

"Este es el momento," pensó Adrián, revisando las notas una última vez antes de dirigirse al despacho de Robert.

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Adrián estaba de pie frente a la enorme mesa del despacho de Robert, esperando ansiosamente la reacción de su jefe. Robert, por su parte, tenía frente a él un **tochazo de papeles** lleno de gráficos, notas y esquemas sobre el juego de estrategia que su equipo había estado preparando. Lo abrió, tratando de descifrar el contenido, pero apenas entendía nada de lo que veía. Flechas, diagramas, términos técnicos que no le sonaban de nada. **"¿Qué demonios es esto?, ¿Que se han fumado estos 3?"**, pensó. Intentaba encontrarle sentido, pero cada página le parecía más incomprensible que la anterior.

Aun así, decidió actuar. Miró a **Adrián** con una sonrisa amplia, fingiendo que todo tenía perfecto sentido. "Maravilloso", dijo, levantando los pulgares. "Lo apruebo."

"¡Os puse con puestos importantes para que no trabajes y me la estáis clavando por la espalda!" pensó Robert frustrado.

Adrián, aliviado, sonrió y se despidió con una inclinación de cabeza, listo para continuar con el desarrollo del juego. **Robert**, satisfecho de haber evitado otra larga explicación, se reclinó en su silla mientras su equipo comenzaba a trabajar en serio.

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Con la aprobación de Robert, **Adrián** se lanzó de lleno al desarrollo del juego. Sin que Robert pusiera límite al presupuesto y con la indicación de que había que gastar **al menos 40,000 euros al mes**, no había razones para contenerse. **Adrián** comenzó a contactar con **artistas**, **músicos** y **compositores** para darle vida al mundo que estaban creando. Sabía que la clave del éxito del juego residía en su estética y en cómo los jugadores se sumergirían en esa épica evolución de la civilización.

Organizó reuniones con artistas que pudieran ilustrar el progreso de las ciudades, desde simples chozas en la **edad de piedra** hasta las **metrópolis futuristas**. Los **músicos** que contrató eran especialistas en bandas sonoras dinámicas, capaces de adaptar la música a cada era, desde tambores tribales hasta sinfonías galácticas para cuando los jugadores alcanzaran las estrellas.

Pero Adrián también sabía que no todo su equipo tenía experiencia en grandes producciones. Así que se aseguró de asignar tareas más sencillas a aquellos empleados con menos experiencia. **Carlos**, con su papel de **diseñador gráfico**, se dedicó a esbozar las primeras versiones de los **edificios y estructuras** que los jugadores construirían en las etapas iniciales del juego. Bocetó las **chozas primitivas**, los **templos antiguos**, y los **edificios renacentistas** que aparecerían a medida que la civilización evolucionaba. Trabajaba con detalle, asegurándose de que cada era tuviera un estilo visual distintivo que diera vida al progreso del jugador.

Mientras tanto, **Claudio**, en su papel de probador y especialista en estrategia, pasaba horas jugando a otros **juegos de estrategia**, tomando notas y analizando cada detalle. Su objetivo era encontrar los **bugs** y fallos que esos juegos tenían, y cómo podrían evitarlos en su propia creación. Aunque su mayor contribución vendría con el testeo de la **primera demo** del juego, ya estaba tomando notas sobre qué mejorar y cómo hacer que la experiencia del jugador fuera más fluida.

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La rutina en la oficina de **Glitch Games Inc.** se mantenía extrañamente relajada, a pesar de la magnitud del proyecto. El ambiente era casi festivo, con la libertad de gastar sin restricciones y la confianza que Robert depositaba en su equipo. Los empleados trabajaban a su ritmo, sin la presión de cumplir con plazos imposibles.

A las **tres de la tarde**, Robert salió de su oficina con su típica sonrisa despreocupada y les dijo a todos: "Ya es hora de dejar de trabajar."

Esa era una de las reglas no escritas de la empresa. **Robert no permitía horas extra**. Para él, no tenía sentido que sus empleados se agotaran trabajando más de lo necesario. El sistema valoraba la eficiencia, pero no a costa del bienestar de los trabajadores. Todos sabían que, a las tres, el trabajo se detenía.

Carlos, Adrián, y Claudio intercambiaron miradas y comenzaron a apagar sus ordenadores y recoger sus cosas. La rutina diaria de **Glitch Games** era cómoda, casi idílica. Los empleados sabían que no había presión por sacar el juego rápidamente. Tenían los recursos y el tiempo para hacer las cosas bien.

Por las mañanas, **Claudio** solía llegar al bar gaming cercano antes de entrar a la oficina. Pasaba unas horas más jugando antes de sentarse a revisar los juegos de estrategia que tenían que analizar. **Carlos** disfrutaba de la tranquilidad de trabajar en los diseños, con la libertad de tomarse su tiempo para perfeccionar cada trazo. **Adrián**, por su parte, gestionaba el equipo y los contactos externos, cada vez más cómodo en su nuevo rol de líder, aunque en el fondo, aún le parecía surrealista el ascenso tan repentino.

Mientras se preparaban para salir de la oficina, sabían que el día siguiente sería una nueva oportunidad para avanzar en el juego, sin la presión que otras empresas imponían. Robert, sin saberlo, había creado un entorno donde el trabajo se sentía más como un hobby pagado, y el éxito, aunque no lo buscara, parecía inevitable.

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Habían pasado un par de semanas desde que Robert aprobó el proyecto del juego, y el equipo seguía trabajando arduamente. Robert intentaba influir con ideas tontas para estropear el juego, pero cada vez que lo hacía, sus empleados interpretaban sus sugerencias como una especie de genio creativo. El proyecto avanzaba, y Robert no podía hacer nada para detenerlo, aunque seguía intentando.

Mientras tanto, Robert revisaba sus finanzas. A pesar de todos los esfuerzos por gastar, el juego anterior, **Horrible Threads**, seguía generando ingresos, y no cualquier cantidad pequeña: **32,000 euros** al mes. Ese flujo constante de dinero complicaba aún más su plan de perder dinero.

**Saldo inicial:** 40,000 euros.

**Ingresos de Horrible Threads:** 64,000 euros.

**Gastos mensuales del equipo:**

- Salarios: 18,000 euros (6 empleados a 3,000 euros cada uno).

- Presupuesto del juego este mes: 40,000 euros.

**Saldo actual:** 32,000 euros.

Robert se llevó las manos a la cabeza. **A pesar de haber gastado 40,000 euros en el desarrollo del nuevo juego y pagar los salarios de sus empleados, todavía quedaban 32,000 euros en las cuentas de la empresa**. La situación lo frustraba profundamente. ¿Cómo era posible que siguiera ganando dinero? Aunque teniendo en cuenta esto si todo iba bien iba a ganar 8,000 euros pues lo que falta por debajo de 40.000 tenía ganancia de 1:1. ¡Aún así no podía bajar la guardia!

Desesperado por encontrar una manera de deshacerse de esos ingresos, decidió actuar. Si no podía controlar lo que generaban los juegos, al menos podía gastar más en los empleados. Se le ocurrió la idea de darles un **aumento**. Inventó el concepto del "bonus de desempeño excepcional" para justificar más gastos ante el sistema.

Llamó a **Amanda** a su oficina y, con determinación, le dijo: "Quiero que les des a todos un bonus de 2,000 euros este mes. Además, quiero que organices una cena de empresa en el restaurante más caro de la ciudad. Que sea el 27 o el 28, justo antes de que paguemos los sueldos del próximo mes."

Amanda, como siempre, anotó todo sin cuestionar. Robert estaba convencido de que este aumento, los bonos y la cena lujosa reducirían drásticamente el saldo de la empresa, y quizás, finalmente, le llevarían a las pérdidas que tanto deseaba. Sonrió con satisfacción, creyendo que esta vez, su plan por fin daría resultado.

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