—Sombra —jadeé cuando colocó su mano en mi cuello, frotando la unión entre mi cuello y hombros.
Era una chica tranquila con buen control sobre mis emociones. Lo juro, lo era, pero había algo en la manera en que me frotaba la piel y me miraba con esos ojos mientras su cuerpo me presionaba hacia abajo que me debilitaba las rodillas.
—Sí, mi gatita —susurró sensualmente, respirando justo en mis oídos ahora, y cerré los ojos antes de tomar una profunda respiración temblorosa, dándome cuenta de cómo ambos respirábamos agitadamente.
Era casi como si él también estuviera controlando sus deseos carnales, y el pensamiento de que yo tenía el mismo efecto sobre él, alimentaba algo de mi ego.
¿Y ni siquiera sé cómo demonios eso es algo bueno? Juro que mi cabeza piensa en la cosa más extraña para bromear en los momentos más extraños, todo el tiempo.
Moví mi pierna que colgaba hacia abajo del sofá y él gimió en mis oídos.
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