—¡Valencia! ¡Eres una traviesa sin remedio! Los fundadores están paseando por la Universidad. Mírate comiendo en los pasillos tan despreocupadamente. ¿Realmente no te importa nada? —El decano dejó de hablar cuando lo miré fijamente.
Se aclaró la garganta antes de apartar la mirada brevemente.
—¿Por qué? ¿Qué es eso? ¿Por qué me miras así? —me preguntó, y lo miré durante unos buenos segundos antes de suspirar y negar con la cabeza.
—A pesar de mi traviesa conducta y de tus airadas palabras hacia mí, pensé que aún te importaba. Pero viendo lo fácil que te pusiste de lado de la dirección y me culpaste, supongo que me equivoqué contigo —negué con la cabeza antes de caminar a su alrededor.
El decano se quedó allí, paralizado un rato, antes de seguirme.
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