—¡Qué boquita más dulce!
—Tus hijos son tan adorables, ¿cómo diablos los diste a luz?
—Sí, sí, realmente quiero tener uno justo como ellos.
Rong Shengsheng sonrió levemente, su mente cargada de pensamientos. Después de intercambiar unas pocas cortesías, apresuradamente llevó a los niños de regreso a Pueblo de Piedra.
Atardecer.
Cuando las estrellas brillaban espléndidamente, el pastel estaba adornado con velas encendidas, cuya luz se proyectaba sobre los rostros de Miaomiao y Qinqin como pequeños soles rojos.
Miaomiao y Qinqin juntaron sus manos, cerraron sus ojos e hicieron un deseo en silencio.
—Mami, ¿adivinas qué deseo pedí?
—Si dices el deseo en voz alta, no se cumplirá.
—Mal hermano, solo quería compartirlo con mami.
Los hermanos bromeaban juguetonamente, creando un ambiente increíblemente cálido y animado.
Poco después, Miaomiao notó que Rong Shengsheng había estado en silencio todo el tiempo. Entonces, se subió al regazo de Rong Shengsheng.
—Mami, ¿estás triste?
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