A las 12:25 A.M llegué frente al colegio. El colegio tenía un pequeño parking por la entrada principal. En la que era común ver los vehículos de los profesores, inspectores y directores, pero siempre sobraban para los chicos con licencia. Varios alumnos comenzaron a salir. Como era sábado y el colegio optó por dar días de recuperación, todos salían temprano y se iban a almorzar al centro en grupos.
Varios conocidos estaban saliendo del colegio. Algunos me saludaron subiendo la cabeza y otros me miraban con precaución. Es probable que el rumor se haya expandido e incluso confirmado. Muchos compañeros, luego de verme detenido en la pasada, apoyado de la moto, le comentaban a su grupo de amigos. Algunos eran discretos y otros no les importaba para nada que me diera cuenta. Es un poco egocéntrico pensar que todas las miradas y conversaciones eran sobre mí, pero conozco bien la increíble fama que se ganan los que son parte de un rumor en el colegio Faulkner. Algunos deben estar pensando: ¿Ese no es el chico del rumor? ¿Creí que había muerto? ¿Porque esta acá en el colegio? Se ve genial. Se ve estúpido. Es un idiota, debe creer que todos hablan de él. Me gustaría darle mis condolencias, pero no sé si sea lo mejor. Me gustaría golpearlo por engreído.
Sabía con anterioridad lo que significaba ser el centro de un rumor. La gente se acercaba a conocerte solo por esto, así mismo, también pasaba lo contrario. Aunque fuesen verdaderos o no, los rumores daban la primera impresión, la de mayor importancia. Es por eso que quedó arraigado que antes de conocer a alguien se debería saber los rumores que se encuentran detrás.
Pensándolo con claridad, no me quería encontrar a nadie que preguntara sobre mi familia como Dante la última vez, tampoco quería encontrarme a Linna. No sabría cómo reaccionar, no sería capaz de hablarle. ¿Estaría bien siquiera presenciarla?
Por suerte antes de que algo similar ocurriera, Niel se presentó. Caminaba su grupo, reconocía a algunos ya que íbamos en el mismo colegio, pero también lo acompañaban otros que nunca me había encontrado. Al verme, se alejó del grupo y terminó encontrándome.
—¿Qué tal señor Absalón?
—¿Por qué señor?
—Te cuento luego. Primero vamos a comer al centro, tengo demasiada hambre —dijo haciendo bulla de afligido mientras se tomaba el estómago.
—Antes dime, la razón que te acompañara era para hablar ¿O necesitas ver algo necesariamente en el centro?
—Solo necesito conversar unas cosas contigo. Pero el hambre me consume.
—En ese caso propongo ir al mall.
—Mm… No es mala idea.
—Entonces, está hecho.
Le lancé el casco y encendí la Yamaha. Niel se subió sin sobrepensarlo. Aceleré, de inmediato las miradas se fijaron a nosotros. Niel pegó un sutil golpe al casco. Le entendí a la perfección.
En la salida principal pude distinguir a Linna. Al parecer él que busca, encuentra. Iba con un grupo de chicas y unos chicos en la misma dirección a la de nosotros. ¿Qué iba a hacer? ¿Me detendría a saludarle? No puedo. Además, todo sería demasiado confuso e incómodo. Mientras caminaban uno de los chicos que la acompañaba intentaba acercarse a ella apoyando su brazo en su hombro. Como resultado solo obtuvo una sonrisa de rechazo.
¿¡Ah!?
Unas ganas de bajarme se encendieron en mí. Traté de evitar mirarlos. Aunque fuera un amigo de ella, que lo dejara a pesar de estar incomoda me irritaba.
Tuve que acelerar con brusquedad antes de que el semáforo de la calle se pusiera en rojo para evitar encontrármela en la esquina.
Era mejor dejarla.
El sutil sonido de la Yamaha se escuchó en toda la cuadra.
—¡¡¡Estás loco!!! —gritó Niel al ver que prácticamente crucé con rojo.
El mall constaba con cinco pisos y cientos de tiendas, imposibles de ver todas en un mismo día. Desde que se legalizaron las construcciones de hasta 5 pisos en distintos sectores de la ciudad, y contando con el implemento de las nuevas técnicas arquitectónicas antisísmicas, la ampliación de las tiendas comerciales solo crecía y crecía.
A petición del estómago de Niel, fuimos al patio de comida apenas llegamos. Un montón de gente se encontraba comiendo de los distintos negocios. Nos sentamos en una mesa recién desocupada y a través del celular pedimos nuestra orden. El pidió un completo con papas, un helado, bebida y Nuggets de pollo. Yo pedí lo mismo solo que sin los Nuggets.
—Numero 494. Tu pedido está listo —se escuchó la voz del celular a la vez que cambiaba el conteo de la tienda.
Mientras Niel fue con su celular para mostrar que era su pedido, yo resguardé la mesa. Al llegar, trajo una gran bandeja con todas las cosas ordenadas. A penas se sentó, su boca se propuso decir algo.
—¿Qué te parece Amandine?
—¿Qué?
Me esperaba cualquier pregunta menos esa.
—Que si la encuentras linda o si te interesa.
Sabiendo que hay algo detrás me atreví a preguntar.
—¿Lie te contó que pregunté por ella?
—Eh… Puede que sí.
—Entiendo. A tu respuesta… —le dije sabiendo que no me creería con tanta facilidad—. No, si bien me da un sentimiento de querer protegerla, no me interesa más allá que una compañera.
—Bien.
—¿Puedo saber a qué se debe la pregunta? No me la esperaba para nada.
—Es para que no caigas en lo mismo que yo. Puede sonar un poco estúpido o iluso, pero a pesar que apenas nos conocemos, ya te considero un amigo.
—Ya veo. El sentimiento es mutuo —le sonreí—. No creo que las amistades se basen en el tiempo. Da confianza, pero no creo que sea lo esencial.
—De repente no creo que seas un año menor que yo —rio Niel.
—Ja. Fui obligado.
Un silencio, se tornó al entender que hablaba de mi familia.
—¿Quieres hablar de eso?
—Fue un error. Preferiría no arruinar el ambiente.
—Bien, entonces. Tengo una propuesta.
Se sacudió las manos, se internalizó y acomodó su cuerpo en el respaldo de la silla.
—¿Te gustaría ir a una mega fiesta?
Pareciera que falta algo que debe decir, algo sospechoso. De todas maneras no tengo ningún rechazo a las fiestas.
—¿Por qué no? —demoré mi respuesta.
—Pero debes saber. No es una simple fiesta. Esta va a ser "La fiesta".
—Sí, no creo que tenga problema. ¿Cuándo es?
—Es el viernes en la noche de la próxima semana. Va a ser en una parcela privada, así que los que pueden se van a quedar hasta que amanezca.
—¿Tú te vas a quedar?
—Ese es el problema. La verdad es que necesito tu ayuda. Si bien me dejan ir a fiestas sin problemas, quedarme es otro tema completamente diferente para mis padres. Me dijeron que ellos lo decidirían luego de ver qué clase de persona era, como te dije son un poco restrictivos con las amistades. Les dije que tu ibas a organizar la fiesta. Es por eso que te quería pedir que fueras a mi casa hoy, aunque sea un rato.
—Bueno.
—¿¡Enserio!?
—Sí, suena interesante y si voy solo no sabría qué hacer.
—Ya, genial. Yo diría que no estarías mal solo. Además, es una fiesta algo masiva.
—¿Qué tan masiva?
—Tipo el chico que la organizo es un amigo de Lie, de quinto medio, que va a cumplir diecinueve. Para celebrar que va a ser mayor de edad dijo que quería hacer algo inolvidable. Así que pidió que invitaran a los amigos de los amigos. Tal como yo te estoy invitando, muchos chicos y chicas van a hacer lo mismo. La mayoría va a ser del colegio. Pero está claro que va a ir gente de otros.
—¿Como se llama el chico? Quizá lo conozca.
—Es Thomas, ¿Te suena?
—No, no creo.
—Es un chico demasiado alto, de pelo castaño que usa un corte de pelo estilo mullet y tiene rasgos un poco asiáticos.
—No, puede que quizá lo haya visto en el colegio, pero no sabía de su existencia.
—Se la pasa jugando en el gimnasio techado. Juega basquetbol por el colegio, es el as, según todos él fue quien llevó al equipo a las interregionales.
—Suena a que es bastante popular.
—Sí, con eso se volvió increíblemente conocido. De hecho, esta el rumor de que el equipo nacional lo tomará.
—¿Tan bueno es?
—Yo no lo eh visto jugar mucho y de todos modos son rumores, pero, ¿quién sabe?
—¿Tú vas a alguna academia? —le consulté, intentando seguir con su atención en otro tema.
—No, mis padres me querían obligar a unirme a la de economía y administración, pero no quise. ¿Qué hay de ti?
—Hace unos días me inscribí a una de box y a una de Taekwondo.
—¿Cómo? Vas a las 2
—Esa era la idea, pero no me está yendo muy bien —la herida del labio reapareció. Llevé mi mano para confirmar que esta seguía en el mismo lugar.
—Ya veo. Creo que dos artes marciales pueden ser un poco excesivo.
—Yo también, creo que no es tan buena idea como imaginé.
—Unirme a alguna academia de artes marciales no estaría mal. Puede que a la de boxeo.
Recordando a quien me encontré, decidí dar mi humilde opinión.
—Mm… Creo que hay otras artes marciales mejores, pero si te vas a unir a una de box no vayas a la que está en el centro.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—Porque si vas puedes quitarme a la chica que me atrae que va al mismo gimnasio —decidí hacer una mentira especial para él.
—Ya veo —una sonrisa malintencionada fue acompañada de sus palabras. Luego de un corto silencio continuó—. Ahora que lo recuerdo, tenía otra cosa importante que preguntarte.
—¿Qué cosa?
—¿Cómo puedes conducir la moto?
—Me enseño mi abuelo. De hecho, la moto es de él.
—Entiendo. A lo que iba… ¿Sabes conducir otro tipo de vehículos?
—Vehículos manuales y automáticos.
—Genial. ¿Y te pueden prestar algo que no sea la moto?
—Supongo. No entiendo, ¿por qué preguntas?
—Es para ver si a la fiesta podríamos ir en algo que no fuera la moto.
—Jaja. Está bien. Iré con algo que no sea la moto.
—¿Por qué siento que vas a llegar con un carrito de supermercado?
Casi lanzo la bebida para reírme.
—No lo haré —reí recuperándome del comentario—. Ahí veré en que vamos, pero no te preocupes por eso.
Seguimos hablando sobre el por qué conducía. Sobre cómo íbamos a ir a la fiesta. También me comentó sus amistades. De cómo él lograba tener buenas calificaciones sin estudiar mucho. Cuál era su forma de hablar con chicas, de nuestras amistades en común y cosas de similar índole.
Tenía que ubicar la tienda. Decidimos levantarnos para agotar lo que comimos y provechando que estábamos ahí mismo, ofrecí la idea de ir a comprar algunas cosas o solo ir a mirar que cosas se podían encontrar. Aceptó sin dudarlo. Pasamos de una tienda a otra, me probé unas nuevas zapatillas, pero preferí no comprarlas. Niel compró una chaqueta dos tallas sobre la correspondiente, que se puso de inmediato. Convenciéndome de la misma idea fuimos a Nike y ahí me compré una chaqueta cortaviento Nike negra, con el característico logo impreso en blanco y gigante, de tal forma que comenzaba en las costuras del lado derecho y terminaba en las del izquierdo. Me compré solo una talla más grande de la que usaba y me quedaba genial. No era nada barata, incluso Niel se sorprendió al ver que la pude pagar sin resentimiento. A diferencia de él, no me la vestí de inmediato, decidí pedirle prestada su mochila para resguardarla. La próxima tienda era una de caza y pesca, pensábamos pasarla de largo. Cuando vi a Sion dentro me detuve y decidí entrar. Niel sin darse de mi acción continuó caminando.
—¿Sion? —pregunté a la persona dada vuelta.
Estaba viendo unos ganchos sellados y tenía unos cuantos en sus manos. Al reconocerme se levantó.
—¡Absalon!
—¿Qué haces aquí? ¿Te gusta la pesca? —consulté como si no supiera la respuesta.
—No. Ósea sí, pero no estoy acá por eso. Sino que, trabajo aquí.
Ante su extraña compostura levanté una de mis cejas.
—El empleado de mi padre se enfermó grave y tiene licencia de unas cuantas semanas. Así que me dejó como reemplazo por un tiempo. Siempre me la paso aquí, apenas salgo del colegio vengo a este lugar.
—Entiendo.
—¿Y tú qué haces por aquí?
—Vine con un amigo.
—¿Quién?
—Con… —miré hacia atrás y al ver que todavía no se percataba de que me había ido, lo busqué sin salir del todo. Entonces lo vi venir de regreso, con una tranquilidad e indiferencia anticontextual. Al ver que me diferenció volví a entrar—. Niel, del colegio. No sé si lo conoces.
—Sí, lo conozco. Siempre que salimos con Lie a fiestas, lo encontramos.
—Tiene tu misma fama.
—¿De qué hablas? —sonrió Sion.
—¿De qué más? —respondió Niel apenas entró.
—Niel. ¿Qué tal?
—Sion. Todo bien ¿Y tú?
—Lo mismo. Un poco atareado, pero todo bien.
—Así veo. Hey, ¿vas a la fiesta de Thomas?
—No lo sé aún. No tengo como ir.
—Tengo la solución a tu problema —Niel esbozó una sonrisa que claramente me involucraba—. Absalon sabe conducir, él nos puede llevar y traer.
—¿¡De verdad!? —dirigió su mirada a la persona nombrada.
Antes de responder, asentí.
—Si no tienes como irte yo puedo llevarte.
—Eso sería genial.
No creí que les generara tanta confianza que yo conduzca, siendo un año menor que ellos y que recién a los 19 se pueda conseguir licencia de conducir, no pareciera que les preocupa.
—¿A qué hora van a ir? —preguntó Sion.
—Yo puedo a cualquier hora. Ustedes me dicen y los voy a buscar.
—Bien, entonces con que salgas a buscarnos a las ocho de la tarde estaría bien. Si es que puedes —quiso confirmar Niel.
—No ha problema.
—Perfecto —sonrió Sion—. Como agradecimiento y en adelanto por el favor, escoge lo que quieras de la tienda. Va de parte mía, así que no te contengas.
—No creo que deba.
—Tómalo como un regalo por lo inapropiado que fuimos el otro día en la plaza. No me pude disculpar, además de que ahora nos vas a llevar a la fiesta. Me sentiría un mal amigo, así que por favor toma cualquier artículo.
—Está bien, no tendré piedad —le sonreí.
Vendía un sinfín de cosas. Desde arcos y ballestas, hasta equipo como mochilas y bolsos, pasando por todas las partes de la caña y de otras herramientas. No hubo dudas desde que entré a la tienda mi objetivo estaba decidido, fui al artículo que puse ojo apenas vi a Sion a un lado de este. Me acerqué. Era una navaja suiza. Aún conservo la cuchilla de mi hermano, pero al ser muy llamativas y grandes no las puedo trasportar con naturalidad. Tenía de distintos tipos y valores, las baratas eran desde los $17.990 pesos y las caras llegaba a los $150.000 pesos. No quería algo tan caro con un montón de utilidades que jamás usaría.
Busqué una diferente, esta no era completamente redondeada en sus extremos.
—Sion. Esta cuchilla, ¿para qué es?
Se dio la vuelta y abrió el vidrio, la dejó encima de la mesa para que la analizara.
—Es una nueva que importamos hace poco, tiene serrucho, destornillador, abre latas y una cuchilla principal rápida. Te la muestro —me la arrebató de las manos con sutileza. Cerró las demás herramientas. Subió una pequeña palanca en el lado cuadrado. Mientras la mantenía arriba con su pulgar, con su meñique presionó un sector rojo que resaltaba en la navaja y en un parpadeo salió una cuchilla que se fijó encima. Esta se veía afilada y tenía varios puntitos pequeños en el centro—. Los orificios del centro, es para que cuando se entierre el cuchillo en la presa, esta se desangre por dentro, cosa que, aunque dejes el cuchillo puesto seguirá sangrando. Se usa en animales grandes, he visto videos de gente que aprende a lanzarlos desde bien lejos y luego caminan con tranquilidad para encontrarse a la presa muerta.
Me la pasó de vuelta para que la presenciara mejor. El filo era demasiado. Al ver que recorrí mi dedo sobre el filo e hizo una marca, el experto habló.
—Ten cuidado que el filo es superior a las otras, incluso si se desafila le puedes sacar la parte trasera y ahí tiene un pequeño afilador.
Tal como dijo, al jalar con fuerza hacia atrás la parte inferior de la navaja se separaba con una diagonal y dentro de esta estaba el afilador.
—Para devolverla a su lugar tienes que hacer lo mismo, pero, al contrario.
Lo intenté, devolví la palanca con fuerza en el pulgar y luego con el dedo meñique presioné el sector rojo que apenas se distinguía por su distinta rugosidad. De inmediato, tal como salió, la navaja desapareció.
—La quiero.
Antes de responderme se sobó la nuca.
—La verdad es que de esas hay muy pocas y de hecho la mayoría ya estaban pedidas con anticipación. Te pediría que elijas otra un poco más sutil.
Lo entiendo, no era razón para disculparse, sabía que él iba a tener que pagarla.
—¿Cuánto cuesta?
—Ahora mismo está en $140.000.
Claramente no era algo que él pudiera costear siendo menor de edad.
—La voy a llevar.
—Bro, perdón, pero de verdad es demasiado dinero.
—No te preocupes, pagaré yo.
Me miró extrañado, pensando que estaba bromeando. Niel decidió interrumpir a mi favor.
—Es verdad, él te la comprara, recién compró una chaqueta Nike a $120.000 como si nada.
—¿Estás seguro? Ciento noventa no es nada barato.
—Sí, la quiero.
—Está bien, entonces serían $100.000
—¿No eran $140.000? —pregunté a Sion extrañado.
El me ofreció la máquina para pagar, en esta los ciento treinta mil ya estaban ingresadas. Sabía lo que significaba, así que manejé la tarjeta e introduje la clave. De inmediato me llegó un mensaje a mi celular validando la compra. Me la iba a pasar en una pequeña bolsa bien elegante.
—No es necesario, la llevaré así. Gracias.
—No hay de qué.
—Entonces. Nos vemos —le ofrecí la mano como despedida.
—Nos vemos —aceptó dejando el ruido satisfactorio del choque.
Luego se despidió de la misma manera con Niel