—En la casa de Zhang Leguo, un grupo de personas estaba sentado en la habitación, fumando cigarrillos.
La noche anterior habían recibido la noticia de que Gao Yan había sido liberado de la cárcel.
Zhang Leguo lo había expulsado de la Secta Hong, sabiendo que no se quedaría de brazos cruzados y seguramente causaría problemas.
—Papá, cuando cae la pared, todos empujan —dijo ligeramente Zhang Jingbiao con su pierna herida apoyada—. Ahora que Gao Yan ha perdido su poder, ¿por qué temerle? En mi opinión, no importa si está bien o mal, solo contrata a alguien para que lo corte hasta matarlo y se acabó.
—¡Cállate, todo es por que te metiste con ese dios asesino, haciendo que yo pierda un billón por nada! ¿Todavía tienes el descaro de pedir más? —maldijo Zhang Leguo.
—¿Un billón? —ensanchó los ojos Zhang Jingbiao—. ¿Se lo enviaste?
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