—Las cosas estaban raras entre nosotros —le conté a Arius mientras el crucero llegaba a la orilla—. Tía se enfadaba y me echaba de la casa y...
—Déjame adivinar —Arius me miró—. Ibas a ver a Mateo —me interrumpió.
—Sí —sonreí con ironía—. Me alegro de haber tenido al menos a él y a su mamá —no hay duda de eso. Él y su mamá eran mi verdadero apoyo. Cuando me echaban o tenía problemas, simplemente me quedaba en su casa. Siempre me tenían las puertas abiertas.
—Oye —preguntó mientras salíamos del crucero—. ¿Estás muy unido a la madre de Mateo?
—Sí. ¿Por qué?
Se rascó el cuello, —ningún motivo. Solo preguntaba.
—Ya veo... —fue un poco extraño porque normalmente habría preguntado por Mateo, pero eligió preguntar por tía—. Extraño —bueno, el tiempo pasó —ambos caminamos de la mano hacia nuestro hotel—. ¡Ah! Una vez me perdí cuando tenía como 4 años, ¿sabes?
—¿Te perdiste?
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