Las rosas en el jardín florecían bellamente. El aroma floral era refrescante, me hacía sentir relajado. Caminé a través de los arbustos de rosas hasta que vi a Ayaan sentado en la caseta del jardín. Estaba acurrucado en la esquina izquierda en el banco redondo.
No entré, en cambio, me quedé parado allí en medio del claro del jardín.
—Las rosas han florecido muy bien —dije mientras arrancaba una. Al oír mi voz, su cabeza se levantó y se giró en mi dirección. No volví mi rostro hacia él y olí la rosa blanca caramelo que tenía en mi mano.
Él dudó un poco, sus ojos vacilaban un poco ya que no podía tomar una decisión pero al final reunió algo de valor y salió de la caseta hacia mí.
Tiró de mi camiseta y lo miré.
Tragó saliva y luego levantó sus manos para hablarme en lenguaje de señas.
—Lo siento. Es mi culpa que hayas resultado herido.
Sacudí la cabeza
—Fue mi decisión enviarte —respondió.
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