Atlántida sintió algo frío tocar sus dedos y luego, algo caliente. Exhaló un aliento tembloroso, pues sabía lo que era.
—Lina
—En mis recuerdos, eres tan cálido como la hierba en un prado, y mi único protector. Te adoro como adoro a mi hermano menor, Milo. No siento romance por ti, y la pequeña onza que tal vez haya es tan delgada como el papel, incapaz de soportar siquiera el peso del agua —le dijo Lina.
Atlántida miró hacia abajo en su palma para ver su anillo de zafiro descansando sobre ella. Incluso en la oscuridad, la joya brillaba y resplandecía. Escuchó las emociones espesas en su voz y sintió sus lágrimas caer sobre su mano. El agua le quemaba más que el agua hirviendo.
—Estás mintiendo —Atlántida respiró.
Atlántida una vez pensó que sería capaz de conseguirla. Si Kaden no estuviera en el cuadro, Atlántida sería el vencedor. Si Kaden nunca hubiera aparecido, Lina le juraría lealtad a él.
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