—Mejor.
Una palabra suya y todo se calmaba. Solo un abrazo de ella y su mente se detenía. Todo... simplemente se volvía plácido, como cuando aparece un arcoíris después de un fuerte aguacero. Era casi... un alivio.
Sintiendo la vibración de su cuerpo contra el suyo, sus labios se curvaron mientras sus ojos se suavizaban. Cerró los ojos para descansarlos un poco, calmando su respiración entrecortada. Cuando volvió a abrir los ojos, su sutil sonrisa reapareció.
—Pensé que eras un genio ya que siempre actúas como si lo supieras todo —dijo con voz temblorosa—. Tengo miedo, Abel… y no mentiré que tú… quién y qué eres, me asustó mucho.
Aries se alejó lentamente de él para verlo de frente. Sus ojos se suavizaron aún más, y una lágrima le corría por la mejilla.
—Pero… deberías abrazarme tan fuerte o tan suave como solías hacerlo hasta que ya no tenga miedo —asintió con ánimos, sintiendo un líquido en su pulgar mientras acariciaba su mejilla.
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