El aliento de Aries se entrecortó al sentir el frío metal contra su garganta mientras todo el cuerpo de Román se congelaba. Pero a diferencia de su par de ojos fríos, el suyo hinchado se dilataba mientras miraba a la persona que estaba frente a ellos.
—Esto podría haber pasado por tu imprudencia —dijo el hombre con una capa, retirando la espada de la garganta de Aries.
—No sucederá. —Ella sonrió, observando al hombre bajar su capucha—. Hermano.
—¿Hermano? —Román frunció el ceño mientras estudiaba al hombre frente a ellos. Cabello dorado y un par de ojos oliva, algo que era casi igual que los de la princesa heredera, pero no realmente. Los dos no se parecían en lo más mínimo.
Dexter miró a Román y luego a Aries.
—¿Lo llevaste todo tú sola?
—¿Ves a alguien más aquí? —respondió ella sarcásticamente, haciendo que Dexter exhale profundamente.
—Actitud. Dani, hablaremos después —comentó Dexter—. Yo lo llevaré desde aquí.
—Gracias.
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