—¿Eh? Espera un minuto, ¿acabo de oír lo que creí haber oído? —La Reina de las Hadas, que parecía tan regia e imponente cuando la vi por primera vez en la sala del trono, ahora me estaba hablando como si fuera una dulce anciana. Lo que hacía que esto fuera doblemente extraño.
Por un lado, había dejado de lado su actitud regia y comenzó a tratarme de una manera muy familiar. No era tan amigable como Trinidad, la única otra Reina que conozco, pero aún así no actuaba como esperaba que lo hiciera. Y por otro lado, hablaba como si fuera mucho mayor que yo. Que supongo que lo era, teniendo todo en cuenta. Solo que era extraño porque no parecía mucho mayor que yo.
La Reina de las Hadas parecía tener quizás unos veintitantos años. Se veía tal vez un par de años mayor que Artem a lo sumo. Aunque según había escuchado ella tenía al menos dos mil años de edad. No sabía exactamente cuántos años tenía y no iba a preguntarle para intentar averiguarlo tampoco.
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