En el momento en que Lin Qianrou estacionó su coche en el estacionamiento cerca del restaurante donde había quedado en encontrarse con su esposo, trató de recordarse a sí misma lo que sus amigos le habían dicho el día anterior.
—Pon todas tus cartas sobre la mesa y hazle saber lo que quieres, Qian —le dijo la Hermana Moyu.
—No dejes que te domine dándote algo caro de nuevo —insistió Li Meili.
Suspirando para sí misma, salió de su coche y lo cerró con llave antes de caminar lentamente, dándose tiempo suficiente para pensar en lo que debería decirle a Xu Wenyang.
Ella y Li Meili frecuentemente cenaban en este restaurante porque estaba cerca del taller de Li Meili, pero nunca había comido en este lugar con su esposo.
¿Cómo podría tener el coraje de invitarlo cuando nunca lo había visto cenar en ninguna cadena de comida rápida ni en restaurantes para gente común como ella?
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