Geena se cepillaba el cabello medio seco, de pie frente al espejo cuando de repente se oyó un golpe en la puerta.
—¿Sí?
—¿Puedo entrar? —sonrió al ver a Etán parado en el umbral.
—¡Hola, guapo! —rápidamente comenzó a aplicar la prebase en su piel con la punta de los dedos.
—¿Te preparas para la lectura del testamento? —en lugar de tomar una silla, se recostó contra la pared y la miró a través del espejo. Una leve sonrisa jugaba en sus labios mientras la veía frotarse los dedos por la cara.
—Sí. Uno no puede decirle que no a Nina tan fácilmente, así que no te preocupes. La resignación está segura conmigo. Quiero asistir a esto... este... llamado... lectura del testamento... —rodó los ojos haciendo que él soltara una risita—. ¿Puedes creerlo? ¡Ceremonia de lectura del testamento! ¿Eh?
Etán la vio extender la base en su cara. Quería decirle que su piel no la necesitaba pero luego pensó en quedarse callado.
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