Ojos Azul-Lodosa gira de nuevo en mi dirección, y aunque no puedo percibir ninguna especie de respeto o afecto real, al menos recupera una actitud profesional cuando se dirige a mí.
Antes de que pueda preguntar algo importante, tengo una extraña, insistente duda en mi oído por lo que había dicho hace unos momentos. —¿Cinco millas alrededor de la pista son veinte vueltas? —pregunto, con un leve ceño fruncido.
—¿Qué? —Su confusión se nota en su ceño arrugado y su vacilación—. Sí. Veinte vueltas.
—¿No doce?
—No. Son veinte. Cuatro vueltas a la milla.
Mi memoria es muy clara respecto a mi tortura durante el entrenamiento, y sé que eso no puede ser correcto. —Jerico nos dijo que corriéramos cinco millas, y siempre eran doce vueltas.
—¿Beta-Mentor Ashbourne? —Ojos Azul-Lodosa parece asombrado, alzando las cejas—. ¿Solo doce vueltas? ¿Estás seguro?
—Positivo. Nos hizo contarlas. —El recuerdo de mis piernas como gelatina después de cada vuelta me hace estremecer—. Fue tortura.
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