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Arrugado

—¿Qué? —Todo lo que logró decir mientras se quedaba sentada en su asiento.

Su mente estaba completamente en blanco en ese momento. No parecía capaz de procesar sus palabras.

—Papá —finalmente logró decir—, no puedes decir en serio eso, no lo harías. Sí, su padre la quería demasiado como para dejarla casarse con algún extraño y sus hermanos, nunca la dejarían hacer algo que ella no quisiera.

Susurró mientras lo miraba en busca de confirmación.

Beatriz quería que Ares apareciera solo para comenzar a reírse, y luego abrazarla y decirle que todo era una gran broma, que toda la situación era solo eso; solo le estaban jugando una broma.

Pero ella sabía mejor. No es de extrañar que Ares se hubiera enojado tanto antes y se hubiera ido.

Ahora todo tenía sentido. Su enojo en el gimnasio. ¿Quizás su padre les había dicho para que todos lo supieran y estuvieran de acuerdo?

¿Pero por qué? Esto estaba tan fuera de lo común a menos que no le estuvieran diciendo todo.

Estaban ocultándole algo porque ¿por qué iban a ser sobreprotectores durante todos estos años solo para casarla por alguna estúpida guerra próxima?

—¿Por qué-por qué estás haciendo esto, Papá? No me mientas. Esto no se trata solo de una guerra estúpida, ¿verdad? —preguntó Beatriz.

Su padre se tensó por un segundo y suspiró.

—Eres demasiado inteligente para tu propio bien, Bey. Al igual que tu mamá —afirmó su padre.

Así que tenía razón, le estaban ocultando algo más.

—No puedo decirte Luz del Sol, pero tienes que confiar en mí en esto. Lo estoy haciendo por tu bien —aseguró su padre.

Beatriz se soltó de las manos de su padre y se levantó con los ojos llameantes de ira.

—¿Cómo es que casarme con algún extraño es por mi bien, Papá?! ¡Ni siquiera lo conozco o sé cómo es! —exigió histérica.

—Lo siento, querida —su padre susurró suavemente.

Una lágrima atravesó la barrera de sus pestañas y rodó por sus mejillas. Su padre se estremeció como si le hubieran clavado un cuchillo en el corazón. Desvió la mirada, incapaz de mirarla siquiera.

—¿Mis hermanos lo saben? —preguntó Beatriz.

—Sí, no están de acuerdo con mi decisión pero sé que esto es lo mejor —respondió su padre.

Sin esperar a que terminara de hablar, Beatriz salió corriendo de su oficina.

Caminó aturdida por el pasillo, impactada por lo que su padre acababa de anunciarle.

Beatriz se dirigió directamente a su habitación, cerrando la puerta detrás de ella.

Se tendió en su cama, sintiéndose abrumada

por la desesperanza y el shock. Tenía emociones encontradas;

No conocía a este hombre. Podría ser abusivo,

agresivo, violento, ruidoso y aún peor, un mujeriego.

También Rhys... sabía que estaban condenados desde el principio pero había esperado que tal vez, solo tal vez, el destino sería amable con ella por una vez.

Beatriz se deshizo en un mar de lágrimas. La idea de que su padre, la persona en la que más confiaba, fuera quien le causara este intenso dolor la destrozó.

Sentía que él había estado esperando este momento. Por eso era tan estricto y sobreprotector con ella.

La estaba vendiendo porque valoraba su posición en la mafia más que a ella.

Beatriz no tenía idea de cuánto tiempo había estado tendida en su cama llorando y tampoco le importaba.

No fue hasta que la puerta se abrió y Ares entró corriendo que se apartó de la mirada fija que tenía en el techo.

Ares se acostó junto a ella y la atrajo hacia sus brazos, meciéndola suavemente de un lado a otro.

—Lo siento mucho, osita, intenté detenerlo —le susurró ella y Beatriz le creyó.

Pronto él comenzó a susurrarle cosas tranquilizadoras,

intentando calmarla.

Beatriz ni siquiera podía procesar lo que él decía.

En ese momento, sabía que nada podría calmarla. Su vida había sido destrozada y no había nada que pudiera hacer para arreglarlo.

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