El hombre miraba el cuerpo de Rosina pegajosamente pero no se movía de su sitio. Estaba cauteloso ya que lo habían sorprendido en un acto y podría ser despedido de su trabajo.
—¿Quién eres? —preguntó el hombre lentamente mientras se acercaba a Rosina.
—Una mujer que quería tu polla —respondió Rosina y miró al hombre, cuyos ojos estaban clavados en su mojada flor.
—Señorita, por mucho que quisiera follarte ahora, quiero saber si afectaría mi trabajo aquí —declaró el hombre tímidamente. Sabía que Rosina no trabajaba en la residencia ya que había familiarizado todos los rostros.
—Bueno, si me das tu nombre y me follas, guardaré lo que he visto en secreto. Podrás seguir follando y trabajando en este lugar —respondió Rosina, y vio al hombre desabrochándose los pantalones y su polla semi-erecta colgaba.
—Soy Orfeo —susurró el hombre y tocó las nalgas de Rosina.
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