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El rechazo

—Señora, hemos llegado —dijo Fin antes de abrir la puerta junto con Sal. En sus manos llevaban todas las prendas de Rosina para el baile.

—Mis vestidos —dijo Rosina sorprendida—. Había estado buscando su ropa para alterarla ella misma.

—Le pedimos disculpas por tomarlos sin su permiso, Señora —dijo Sal haciendo una reverencia.

—Está bien —Rosina forzó una suave sonrisa—. No quería que supieran que los estaba buscando, o si no se sentirían mal.

Rosina volvió a su asiento y observó cómo sus sirvientas desplegaban el vestido que llevaría para el baile de esa noche.

Fina y Sal sostenían un vestido de baile blanco con pequeños bordados de rosas en la parte inferior; la parte de arriba tenía gasa descubriendo los hombros, y un broche de rosa roja en el centro del pecho.

—¿Ustedes dos hicieron esto? —exclamó Rosina sorprendida—. Nunca esperó ver un vestido tan hermoso.

—Alteramos y cosimos su sencillo vestido blanco, Señora —respondieron—. Se les veía un rubor de tono rosa en las mejillas mientras hablaban.

Rosina se levantó y los abrazó fuertemente —Gracias por su esfuerzo.

En ese mismo momento, Rosina se cambió a un vestido rosa con la ayuda de sus sirvientas. El vestido le quedaba como un guante; el bajo se deslizaba por el suelo y seguía cada uno de sus movimientos suavemente.

«Es demasiado atractivo», pensó Rosina mientras se miraba frente al espejo. Su plan de pasar desapercibida y mezclarse con el fondo desapareció a causa de lo que llevaba puesto.

—Luce hermosa, Señora —elogiaron las sirvientas con brillo en sus ojos.

Fina y Sal comenzaron a maquillar y peinar a Rosina de manera que hicieran resaltar el vestido. Le hicieron una larga trenza a Rosina y le colocaron pequeñas flores que complementaban el vestido.

Cuando Rosina abrió los ojos, inhaló sorprendida por cómo había quedado su apariencia. Miró a las dos sirvientas y las abrazó.

—Gracias —dijo Rosina con una suave sonrisa.

Luego la campana sonó y se escuchó a lo lejos, indicando que el baile estaba a punto de comenzar.

Rosina y sus sirvientas salieron apresuradas después de algunos retoques. Menos chicas corrían hacia el baile ya que otras habían llegado antes para tener más tiempo de socializar.

—Buena suerte, Señora —dijeron Fina y Sal al unísono antes de hacer una reverencia y dejar la escena.

Rosina respiró hondo y miró el mismo invernadero que servía de lugar, pero ahora había decoraciones adicionales para la noche. En especial, las luces añadidas alrededor lo hacían más sereno.

Al entrar por la puerta, Rosina ya olía los aromas de atracción entre los lobos, pero lo que captó su atención fue una adicional y tenue fragancia floral que se cernía en el aire. Aún estaba pensando en el olor familiar cuando un hombre se presentó ante ella.

—Luce increíble esta noche, Rosa —su suave voz cantaba melodías en los oídos de Rosina.

Cuando Rosina alzó la vista, una figura familiar la saludó. —Piedra.

Piedra sonrió y le ofreció su mano para que la tomara. —¿Puedo invitarla a bailar?

Rosina quería decir que no y rechazar su oferta, pero se dio cuenta de que varias damas estaban mirando en su dirección, al igual que hombres que aspiraban a tener un baile con ella.

Rosina colocó su mano sobre la de él, y Piedra la guió hacia la pista de baile donde una banda tocaba en el centro y varias parejas se unían y se conocían. Esta era la manera de Rosina de evitar que extraños le pidieran bailar.

—Su vestido le queda bien —susurró Piedra y mostró sus dientes blancos como perlas.

—Gracias, igualmente —respondió Rosina y miró la vestimenta de Piedra que tenía la misma ropa blanca y dorada y joyas.

«¿Este es su color de firma?» Rosina había pensado, contemplando sus intensos ojos azules, el único color diferente.

No dijeron una palabra el uno al otro mientras bailaban y se deslizaban por la pista de baile.

Rosina miró alrededor y se dio cuenta de que ella era la única con un vestido de color blanco mientras que las otras damas llevaban ropa colorida que coincidía con el tema del jardín; algunas incluso tenían extravagantes diseños de flores sobre sus cabezas.

«He fallado en convertirme en una flor de pared otra vez», pensó Rosina mientras tomaba aire profundamente.

—¿Qué le sucede? —susurró Piedra.

—Nada —Rosina le sonrió. Al mismo tiempo, la música se detuvo, indicando que el baile había terminado. Se hicieron una reverencia mutuamente antes de que Rosina se excusara. Todo lo que quería era alejarse de la atención de los hombres dentro del lugar.

—¡Espera! —Piedra llamó y la siguió hacia afuera.

—¿Qué sucede, Señor? —preguntó Rosina firmemente mientras intentaba actuar como una dama.

Piedra la miró a los ojos negros detrás de la máscara floral blanca. Lentamente se acercó hasta estar a solo pulgadas de distancia.

Rosina no se movió de su lugar, ya que no quería que Piedra viera que tenía miedo a su dominancia.

—Rosa, la veo como una mujer buena y elegante de una manera que me hace ansiarla. Es muy misteriosa —dijo Piedra con una risita y negó con la cabeza—. Quiero conocerla más.

La mano de Rosina tembló, no porque estuviera conmovida por lo que Piedra había dicho, sino porque tenía el impulso de estrangular su cuello para que dejara de continuar con sus palabras.

Rosina había pensado que él también era un hombre decente para emparejarse, pero su orgullo por decepcionar a su padre era más fuerte.

—Señor, creo que usted es un buen hombre que cualquier dama desearía tener una cita, pero no siento ningún tipo de atracción romántica hacia usted —Rosina dijo francamente y se inclinó antes de darse la vuelta para irse.

Piedra no insistió más ya que no quería forzar a Rosina hacia él.

—Estoy aquí si alguna vez cambia de opinión, Señora Rosa —dijo Piedra antes de que Rosina se fuera. Cerró los ojos y se llevó la mano al pecho. Piedra sintió un pinchazo de dolor por su rechazo pero mantuvo su cabeza alta antes de volver al evento para conocer a las otras damas que esperaban su regreso.

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