Menos mal que habían llegado, si no, si hubiera durado un día más, ella habría vomitado en el tren... Había visto a gente marearse en coches, y a otros con mareo por el movimiento en autobuses, pero ¿alguna vez había oído hablar de alguien que se mareara en tren?
—¿Tienes un remedio para mi mareo de tren? —preguntó Lin Yile, tirando de la manga de Tang Yuxin. Con su dedo señalando sus propios ojos, se quejó de lo nauseabunda que se sentía.
—Es psicológico, no hay cura —dijo Tang Yuxin con franqueza.
Esa franqueza irritó a Lin Yile. —Hermana, ¿no puedes decir cosas así? Realmente solo quiero bajarme de este tren. El baño aquí es horroroso, huele tan mal —se quejó.
Tang Yuxin, arrastrando su equipaje, avanzó y encontró el autobús que iba a su universidad. Como habían llegado temprano para evitar la multitud de estudiantes que regresaban a la escuela, fue fácil obtener boletos de autobús y tren. Así, llegaron dos días antes del inicio del semestre.
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