—Cuando Huanhuan se despertó, ya era la mañana siguiente.
—El sol estaba grande y lleno en el cielo. El resplandor la hizo levantar instintivamente la mano para protegerse los ojos.
—Se esforzó por ponerse de pie y se encontró tendida en la orilla del río cubierta de pequeños guijarros. No muy lejos, unos pequeños cangrejos salieron de debajo de las piedrecillas y caminaron cerca de sus tobillos.
—¿Dónde estoy? —Huanhuan se sentó en el suelo y miró a su alrededor.
—Delante de ella estaba el río caudaloso, y detrás de ella, el bosque interminable.
—En cuanto al campamento y la montaña rocosa, hacía tiempo que habían desaparecido.
—Estando en un entorno desconocido, Huanhuan se quedó atónita por un momento. Luego, volvió en sí y recordó lo que había pasado la noche anterior. Gusanos grandes, gusanos pequeños, innumerables gusanos y el Pequeño Diablillo... ¡Ah, cierto, el Pequeño Diablillo! —Huanhuan se animó.
—Se levantó y llamó al Pequeño Diablillo.
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