—¿Qué? —la voz de Grayson subió tres octavas mientras hablaba con el jefe de policía Cruz Fletcher por teléfono.
—Tuvimos que liberar a Marcus Pierce —repitió el jefe Fletcher—. Vengo a descubrir que el arma no se usó en ninguno de los dos asesinatos y que está registrada a su nombre. De hecho, la compró hace unas semanas.
Grayson sacudió la cabeza. Eso no podía estar pasando: —¿Qué hay de que me apunte con una pistola y de sus comentarios traidores?
El jefe de policía Fletcher suspiró: —Es tu palabra contra la suya.
—Bueno, dado nuestro historial, mi palabra debería tener mucho más mérito —Grayson estaba lívido—. De hecho, puso en peligro a sabiendas a un miembro de la Familia Real.
Fletcher suspiró: —No teníamos suficiente para retenerlo.
—Entonces lo veré en el tribunal —espetó Grayson, ahora paseando por el suelo—. No me sentaré a esperar a que mate a un miembro de mi familia, porque hacia allí se dirige.
—No diga eso...
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