Sawyer se sentó en el respaldo del sofá mientras Waverly le explicaba su conversación con Katia aquella mañana. Colgó la cabeza y la balanceó de un lado a otro.
—¿Así que me estás diciendo que la forma de matar a esta mujer, o sirena, o lo que sea, es destruir su voz?
—Lo sé, lo sé, parece una locura.
—La locura no es ni siquiera el comienzo.
—Pero si lo piensas —continuó Waverly—. Ella encanta a los hombres con su canción y maldice a las mujeres de la misma manera. Si rompemos su fuente de poder, no le quedará nada.
Sawyer suspiró, no muy convencido: —¿Y cómo piensas hacerlo exactamente? —preguntó, cruzando la pierna sobre la rodilla.
—La cinta —respondió Waverly—. Si la rompes, debería debilitarla lo suficiente como para que puedas matarla. Es la única respuesta lógica, sin arrancarle las cuerdas vocales.
Al oír eso, se rió: —Ese es un punto justo.
—Entonces, ¿es eso un sí? —preguntó Waverly, esperando ansiosamente su respuesta.
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