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12.1

—Hmm, entonces te gusta cocinar—Jensen desvió brevemente la mirada hacia su acompañante mientras conducía por la carretera.

—Sí, últimamente me está gustando hacerlo. Además, cocinar mi propia comida me ayuda a evitar muchas enfermedades. No como otros que prefieren comer en la calle.

—No es comida de la calle. Doña Chaide cocina en su casa y es muy cuidadosa, la he visto con mis propios ojos. Pero lo que más extraño es la comida de mi cocinera, tú ya la conoces bien.

—¿Melisa?

—Así es.

—Tú también la conoces muy bien —intuyó Helena con una risa burlona.

—Ey, ella es mi amiga. Nada malo que pensar de eso. Además, recuerdo que también fue la tuya—él la miró de reojo.

—De niñas eramos mejores amigas. La ví ayer, y eso me dijo, que regresó al rancho por su padre, pero jamás mencionó que trabajaba para ti.

—Como tú lo dices, trabajaba para mí... Bueno, no del todo. Trabajaba más para mis padres que para mí. ¿Sabes que

tuvo que dejar la universidad por la enfermedad de su papá?

—¿No ya había terminado sus estudios?—la morena frunció el ceño, preocupada.

—No que va, ella dejaba la escuela para trabajar unos semestres y luego regresaba otra vez. Pero la última vez ya no volvió y solo le faltaba un semestre para terminar.

—Yo no lo sabía, pensé que ya había acabado la carrera, pobre Meli—lamento encogiéndose de hombros.

—Si es una lastima, porque es muy buena concinera, y yo cuando me enteré que regresó al rancho, no dudé en contratarla para que trabajara para mis viejos.—

Helena sonrió dejando ver una impresión en su rostro—Vaya, pues qué bueno que lo hiciste.

—Ella siempre fue mi amiga, era mi deber ayudarla, pues.

—Ah, entonces, solo porque es tu amiga. —resopló al escucharlo decir eso.

—Sí, tampoco es que vaya a meter a cualquiera en la casa de mis padres, ¿verdad?—dijo el chico, rascándose la cabeza, buscando confirmación de su acompañante.

—Sí, sí, tienes razón— respondió con simpleza.

—Te noto molesta. ¿Dije algo malo?

Helena sacudió la cabeza rápidamente. —No, para nada—mencionó, desviando la mirada hacia la ventana.

—No sé, pero desde que nos reencontramos, siento como si estuvieras enfadada conmigo todo el tiempo. ¿Te hice algo que yo no recuerde?

—No, nunca has hecho nada—dijo con las palabras flotando en el aire, insinuando lo contrario.

Un suspiró profundo por parte del futbolista, hizo que ella volteara a verlo.

—Mira Helena, si de pequeño te hice algo que te hizo enojar, perdóname y olvida todo eso… eso ya quedó en el pasado, ya no soy ese niño malcriado de antes…Ah y también, ¿podrías dejar de molestarme? Pareciera como si te gustara—

soltó mirándola directamente, apaciguando una risa.

—¡¿Qué dices?!—exclamó, sorprendida por la acusación.

—Lo que escuchaste.

—¿¡Estás loco!? ¿Por qué me gustarías?—preguntó, desconcertada.

—Por las mismas razones de antes, y no solo esas. Ahora tengo dinero, fama, y lo más importante, soy un futbolista profesional que las muje…—

Helena levantó la mano en señal de detención—Nunca me gustaría una persona como tú ¿ja y quién dice que te amaba?—declaró con los brazos cruzados mirando hacia fuera, mientras el viento agitaba su cabello.

—Lo escuché por ahí.

—Puras mentiras esas..

—Bueno, solo decía, pero no está demás qué te enamores de mi. Te lo advierto.

—¡Jamás!, ya te lo recalco. Además tengo novio.

—Y ¿qué? Eso no significa que no puedas fijarte en otro chico—dijo Jensen con desdén, mientras Helena se estremeció de disgusto.

—¡Qué repulsivo eres!—exclamó ella.

—Bueno, pues ya no me molestes, sabes que tampoco me quedo callado.

—Yo... tienes razón, ya me convenciste. No te molestaré más—suspiró, apretando los labios.

—Gracias... —soltó entre risas el futbolista y luego habló—: Oye, ¿no te das cuenta?

—¿Qué quieres ahora?—mencionó frustrada, volteando a mirarlo.

—La forma en que me hablas, la forma en que te respondo... pareciera como si fuéramos muy unidos. Creo que esto también se debe a que somos Infinitys, ¿no? pero qué locura la nuestra.—

Las palabras de Jensen resonaban en la mente de Helena con una verdad innegable. Siempre había sido una mujer de palabras, pero con ciertos límites. Sin embargo, en su presencia, se sentía libre para expresarse y decir lo que quisiera sin temor. Como si entre ellos hubiera una complicidad tan profunda que, a veces, parecían más que una pareja; eran como recién casados, compartiendo secretos y sueños con una confianza que llenaba cada espacio entre ellos.

"¿Qué brujería es esta?" pensó ella, intrigada por la conexión inexplicable que había surgido entre ambos.

—¿Y Melisa? ¿Sabes quién es su pareja de lazo cósmico? —dijo, tratando de centrarse en otro tema que no tratara sobre ellos dos.

—Es Santi, será nuestra vecina a partir de ahora.

—San, ¿en serio…? Recuerdo que a él le gustaba mucho ella, pero ella nunca le hizo caso. Jaja, ahora tendrá que vivir con el ricachón del pueblo que la amaba de niño. La verdad, que a otros les fue muy bien. —Helena miró de reojo a Jensen con cara de burla.

—Mira, ya vas otra vez —él le respondió , sacudiendo la cabeza con una ligera sonrisa.

—Ya relájate. Solo estoy haciendo plática, solo platica—Soltó con una sonrisa forzada, consciente de que ni siquiera la conversación trivial podía calmar las sensaciones desconocidas que continuaban desenfrenadas, arrastrándose por un sendero incierto, donde cada paso era una nueva revelación, tanto desconcertante como liberadora.

—Nota final del capítulo :

—Oye, en serio, ¿eres así todo el tiempo? ¿Una patada en el trasero?. Te juro que llegué a pensar que te habías vuelto más amable por ser una escritora, pero qué equivocado estaba —exclamó Jensen con un tono de exasperación.

—¿No sabes lo que escribo, verdad?

—¿Cuentos de terror? Eso explicaría tu comportamiento.—

Helena movió la cabeza con negación y luego soltó: —Lo siento, pero si quieres seguir viviendo en tu querido mundo, tendrás que soportarme tal y como soy, niñito.

—Me resigné a eso desde que salimos del gran salón, así que no te preocupes—respondió él.

—Va, entonces ya no te quejes, que yo no me quejo de ti —replicó Helena con un toque de sarcasmo.

—Seguro... —la miró después, con una sonrisa irónica bailando en sus labios.

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