A diferencia de la energía, que tenía que viajar de un punto a otro, las leyes existían en todas partes al mismo tiempo. También estaban irrevocablemente vinculadas y reaccionaban unas con otras. Era imposible aislar una ley, o los efectos y la presencia de una ley de otras leyes. Por ejemplo, la ley de la gravedad no podía aislarse de la ley del tiempo, o de la ley del calor, o incluso de una ley aparentemente mundana como la ley de la procrastinación, que, no se equivoquen, era una ley escrita e incrustada en el mismísimo tejido del reino de Origen.
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