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—¿Cómo es posible que todavía no podamos hablar con ellos? ¿POR QUÉ estos Elfos están aceptando a unos novatos, jóvenes Originales, que no tienen poder político, pero no a nuestros hombres? —La voz ronca de un hombre en sus 50 resonó por la pequeña oficina. Su rostro exhibía finas líneas de furia mientras su mano estaba apretadamente cerrada sobre el escritorio de madera que había sido hecho añicos por él hace momentos.
Sus ojos verdes claros eran usualmente brillantes, pero ahora lucía furioso, como si estuviera listo para reducir todo el edificio a ruinas.
—S-Señor... hemos recibido informes de que los Originales que ellos han aceptado comenzaron a conversar con ambos lados. Eso debería ser un paso más cerca de nuestro objetivo, ¿o no? —La secretaria, que estaba parada en el marco de la puerta de la oficina, preguntó con voz temblorosa mientras temblaba de miedo.
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