—Mis ojos están sudando —se quejó Leonel, el pánico latiendo contra sus palabras mientras se secaba el sudor de las palmas—. ¿Por qué este juego era tan malditamente realista? Sentía que el sudor de sus axilas era suficiente para llenar un cubo.
—Cien por ciento de mi miedo está ahora en mis piernas —secundó Roxy. Su ansiedad aumentó, atrapando su garganta. El temor le secaba la boca. Le cortaba la respiración.
—El miedo suele ser mayor que el peligro en sí mismo —rió Ren.
—Temo más hacer el ridículo delante de esta audiencia que luchar contra un enemigo poderoso, para ser honesto —dijo Leonel y tomó una gran bocanada de aire y la soltó en una larga exhalación.
Las risas y los gritos llenaron la arena. El aire tenso estaba ahora húmedo por la transpiración y la anticipación del evento. Las chicas se agarraban fuerte entre sí en un esfuerzo por contenerse. En contraste, los hombres alzaban sus manos hacia arriba, y las voces resonaban en tonos variados.
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