Los dedos de Kieran recorrían la información en el expediente virtual, su expresión difícil... no, parecía imposible de descifrar mientras deslizaba su dedo por las filas y columnas, simplemente para verificar que esto no podía ser una coincidencia.
La identidad del solicitante no era del todo relevante; en lugar de eso, la dirección capturó su atención.
Una especie de dirección universal proporcionada a muchos niños.
Huérfanos, para ser exactos. Aquellos descartados y no reclamados.
La intriga se elevó en la mirada de Kieran, y la concentración se agitó, volviéndose puntualmente enfocada una vez que su visión se dirigió hacia Altair.
—¿Estás seguro de que conoces a este niño? —
Sin duda alguna, Altair asintió.
—Estoy seguro de que he visto a este niño por aquí. Aunque todo el evento es borroso, sus ojos me parecen extrañamente familiares. El tipo de ojos que nunca olvidarás después de verlos. Algo... resonante está enterrado dentro de los ojos de ese niño.
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