La Soberanía de las Dunas
Era temprano en la mañana en la capital del Imperio de Soberanía de las Dunas. El sol del continente desierto es tan intenso como siempre.
La capital del imperio estaba llena de actividad. Todo transcurría como de costumbre.
¡Toc! ¡Toc!
—Adelante... —Una voz soñolienta llegó a los oídos de la criada que acababa de tocar.
¡Clic...!
Al entrar, su mirada se posó en la figura que dormía en la cama. Todo su cuerpo estaba cubierto con una manta, enrollada formando una gran bola.
Suspiro...
La criada suspiró al ver 3 almohadas en el suelo junto a la cama. Había unas cuantas más almohadas en varias partes de la cama. La mujer que dormía en la cama no estaba apoyando su cabeza en una almohada.
—Hay cosas que nunca cambian... —murmuró la criada en voz baja.
Su señora tenía la costumbre de tirar cosas por la habitación. Desde que era niña, ha sido así. Y aún ahora, a pesar de tener ya unos cuantos siglos, sigue sin cambiar.
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