—Cariño, parece que estoy experimentando una especie de... fiebre. ¿Podrías ayudarme? —susurró Lilith al oído de Aditya. El tono sugerente de su voz era pecaminosamente irresistible, casi como si ella fuera el canto de la sirena que lo llamaba a la tentación. Sus palabras susurradas eran como yesca para sus deseos contenidos, encendiendo una llama peligrosa dentro de él. Era bien sabido en este mundo que los Dragones, al igual que los íncubos, poseían potentes deseos propios.
Sin embargo, Sasha no podía soportar ver la escena. Estaba consumida por la frustración. Apartando bruscamente a Lilith de Aditya, le lanzó una mirada helada.
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