—No me importa tu dinero, tus riquezas, ni tener un harén —afirmó Aditya con firmeza, su tono inquebrantable—. No tenía ningún interés en sucumbir al atractivo de las posesiones materiales que Sasha estaba ofreciendo con tanta fervor.
Sasha no le gustó el hecho de que la rechazaran. Como resultado, el frío en sus ojos aumentó. Apretó su agarre.
—No te dejaré ir. Te guste o no, no te dejaré ir —¿Cómo puede Sasha dejar ir a este hombre?—. Por fin había encontrado a un hombre que no activaba su enfermedad al contacto. Dejar ir a Aditya era el peor error que podía cometer.
Al escuchar esto Aditya frunció el ceño. Pero permaneció en silencio.
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