En el misterioso estanque, existían cuatro peces. Sin embargo, entre los cuatro, dos parecían estar algo inquietos. Por otro lado, los otros dos parecían estar en un mundo diferente, suyo propio.
La madre de Caen extendió su mano hacia el estanque. No obstante, justo cuando sus dedos estaban a punto de tocar el agua cristalina, se detuvo. Había golpes en la puerta.
Suspiró mientras retraía su mano. Se levantó y miró hacia la puerta. Al segundo siguiente, su figura desapareció.
Apareció al otro lado de la puerta, justo detrás de la persona que estaba llamando.
—Estoy aquí —su voz melódica llegó a los oídos del hombre que estaba llamando.
La Guardia se volteó, inclinándose respetuosamente. —Todos los Dioses están aquí, pidiendo una reunión con usted. El Señor Caen y el Señor Janus también están ausentes... Con el ataque a la barrera haciéndose más fuerte, los dioses se están inquietando.
Ella asintió, con una expresión serena. —Diles que los encontraré en la sala principal.
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