—Bueno, no te exijas demasiado y asegúrate de no estar enferma —dijo Belicia alborotando el cabello de Rayn con la mano—. Y sacó algo de dinero de su bolsillo y lo puso en la mano de Rayn.
—Bueno, solo estaba pasando y decidí echar un vistazo. Tengo trabajo que hacer y debo irme. Volveré más tarde. La próxima vez también traeré tus chocolates favoritos —dijo Belicia a todos, especialmente a Rayn.
—Lamento que no puedas quedarte a cenar, pero no hay nada que hacer. Cuídate —dijo alguien.
—Sí, no te preocupes por nosotros; en cambio, concéntrate en tu propia salud. Estamos bastante bien —dijo otro.
—No necesitas traer algo cada vez que vengas; ya sabes que esta es tu casa —dijeron todos al unísono. Sus expresiones y voces revelaban que realmente se preocupaban por Belicia.
—Está bien, nos vemos luego. Y tú, no hagas enojar a tus tías, ¿de acuerdo? —Después de decir esto y ver a Rayn asentir en acuerdo, Belicia se giró y salió del almacén.
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