—Maestro, algunas lechuzas nos están siguiendo... ¿Debería matarlas? —preguntó Adeline.
—No te preocupes, no podrán seguirnos después de esto... —Anon habló mientras levantaba a Diana en sus brazos, como a una princesa.
—¿Estás lista para nadar, Luv? —Anon preguntó con una sonrisa.
—P-Pero... ¿Y si nos perdemos dentro del mar y no encontramos la salida de ahí, y- —Diana empezó a balbucear sin parar.
—Shhhh... No te preocupes y solo confía en mí, —Anon habló con un tono muy calmado.
Diana se calmó inmediatamente y miró la cara de Anon con una expresión inocente.
—¿Me crees? —Anon preguntó.
—S-Sí... —Ella respondió.
—Bien... Adeline, vuelve a casa después de esto, —ordenó Anon.
—Como usted mande, querido, —respondió Adeline.
—¿Por qué está de pie con una chica en brazos? —El espía de la Casa del Alquimista se preguntaba confundido.
[Respirador subacuático.]
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