Yeri avanzó, su voz ligera y etérea. Era encantador escuchar letras tan profundas con la voz que estaba representando.
—Ahora, estoy acostada en la cama de la que no quería levantarme.
Eso fue en el pasado.
Ahora, la cama es mi hogar permanente.
Uno que duraría.
¿Era demasiado difícil recuperar el pasado?
¿Eso es todo por lo que he vivido?
Hablaba de arrepentimientos, de los momentos que uno desearía poder recuperar en su lecho de muerte.
Mientras se desplazaba con gracia por el escenario, parecía que plantaba semillas invisibles. Pequeñas mariposas blancas volaban a través de la pantalla LED, sumando a la delicadeza de sus gestos.
Las otras chicas la seguían, sus manos rozando el aire como si cuidaran las semillas que Yeri había sembrado.
Sus movimientos eran fluidos, menos como un baile ensayado y más como una progresión natural de acciones.
No parecía una coreografía.
Era una historia.
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