—Ja-Young estaba en más dolor del que jamás había estado en su vida. No es que hubiera experimentado mucho de eso en su extremadamente mimada vida como una heredera consentida. —Alex había hecho lo impensable e introducido su pene de doce pulgadas tan profundo como pudo en el virgen coño de la joven mujer sin ningún respecto por su bienestar.
Se sentía como si la estuvieran partiendo en dos desde adentro, mientras su pareja la destrozaba como si ella fuera una experimentada prostituta que solo podía excitarse con el sexo más brusco y degradante. Para empeorar las cosas, Alex la había envuelto en un estrangulamiento por la espalda, aplicando justo la presión suficiente para mantenerla despierta, mientras ella aún sentía que iba a perder el conocimiento por la falta de sangre a la cabeza.
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