La tensión en el salón era intensa.
El paragón Vampyros, Jezenet, había abandonado toda pretensión y habló directamente. Por sus palabras, no había lugar a dudas: esto no era una solicitud, sino una orden.
El rayo que crujía alrededor de Atticus se hacía más feroz, aunque no tenía control sobre él. Seraphina y Thorne, sentados a la izquierda y derecha de Magnus, giraron bruscamente sus cabezas hacia él.
—Tranquilízate, Magnus —la serena voz de Seraphina resonó en su mente, pero nada parecía cambiar mientras su aura seguía creciendo.
Thorne maldijo en silencio. Si Magnus iniciaba una pelea aquí, no tendría más opción que unirse al loco. Comprendía lo que Seraphina intentaba hacer y solo podía esperar que funcionara.
Azakarn aclaró su garganta, rompiendo el silencio en el salón.
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