La chimenea crepitaba con el fuego que quemaba el tronco ardiendo más brillante. La habitación se sentía fría pero Elisa podía sentir una gota de sudor rodando desde su frente. Elisa no sabía si era posible para alguien sentir su cuerpo calentándose como lo hacía ahora. Cada una de las palabras de Ian que él le susurraba a sus oídos se sentía como una poción de amor que arrancaba un suave jadeo de sus labios.
En sus diecisiete años de edad, Elisa nunca supo que tocar podría traer la sensación que sentía ahora, donde quería cerrar sus piernas para liberar la tensión que sentía en su núcleo, pero eso no funcionaba. En lugar de eso, solo empeoraba la sensación que tenía y no podía comprender lo que estaba sintiendo.
Lo único que sabía era que quería sentir más calor que se esparcía desde la mano de Ian, y el pensamiento le hacía cosquillas.
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