Maroon retiró su mano, poniéndose derecho. —Intentó correr hacia la casa del aldeano más cercano desde la posada, no tuve más opción que golpearlo. Me aseguré de no golpear sus puntos vitales —respondió Maroon de manera pasiva y abrió la puerta para que Ian entrara.
—No me refería a eso. No es como si fuéramos ángeles, no me importa a quién lastimas o matas a menos que sea Elisa —suspiró Ian. En el castillo, aparte de Elisa, no había nadie con quien pudiera disfrutar conversando durante horas. Maroon le respondía de forma pasiva, lo cual no era de su agrado ya que disfrutaba de la expresión de la persona con la que dialogaba.
—Me pregunto si es hora de cambiar tu pala. Le tomaste cariño pero recuerdo lo oxidada que estaba —los apagados ojos de Maroon parecían iluminarse al mencionar la pala a instancias del Señor.
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