Anastasia miró a Íleo con ojos muy abiertos.
—Prepárate rápido —dijo él.
Anastasia fue rápidamente y se cambió a su camisa y pantalones. Cuando regresó, lo encontró esperándola con una taza de té caliente y pan, lo cual aceptó agradecida. Rodeó con sus dedos la taza caliente y le dio un sorbo.
—¿Te gusta? —preguntó él, tomando un suéter gris de su hombro.
—Es pasable —respondió ella con una sonrisa radiante.
—¡Ah! —dijo él y luego le puso el suéter. Le arremangó las mangas y dijo:
— ¿Puedo decir algo?
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