—Sabe terrible, pero te ayudará a reponerte. Debes tomarlo mañana y noche durante la próxima semana.
Todavía frunciendo el ceño porque ella no había respondido su pregunta, Reth agarró la copa y se la echó por la garganta, tosiendo de inmediato y sacando la lengua para deshacerse del sabor terrible.
Los labios de Aymora temblaron al ver la cara que él puso, pero no cedió. Cuando él dejó de tragar de forma convulsiva, ella puso una mano en su hombro.
—¿Sabes qué argumento usaban los lobos para convencer a la gente? —preguntó Aymora.
—No.
—Cuando se encontraban con personas que parecían vacilar, pero reacias a abandonarnos, les decían que tú los perdonarías. Les recordaron a la gente que eso sabían de ti —explicó ella, suspirando.
Reth entrecerró los ojos, frunciendo el ceño.
—¿Qué?
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