—Su cuello le dolía de estar encorvada en la curva de la bolsa, y su estómago estaba enfermo por el movimiento de balanceo. Había dejado de intentar convencer a Jak de que la soltara y empezó a concentrarse en respirar y en no vomitarse encima, cuando oyó el rugido y su corazón dio un salto.
El paso de Jak se aceleró y el balanceo empeoró, pero Elia sonrió.
—Él sabe —dijo ella—. Y viene por ti.
—Llega demasiado tarde —dijo Jak de manera ominosa.
Elia tragó saliva.
*****
Una hora más tarde, finalmente, el balanceo se detuvo y la arrojaron sin ceremonias al suelo. Suspiró aliviada por estar acostada en plano, pero la mayoría de su cuerpo le dolía. Comenzó a empujar el áspero yute hacia atrás, fuera de su rostro y cuando el aire fresco de la mañana golpeó su piel inhaló profundamente. Al mismo tiempo, miró hacia arriba para encontrarse con cinco hombres de pie sobre ella. Uno de ellos Jak, los demás todos lobos.
Enseñó los dientes.
—Bien hecho —gruñó uno de los lobos.
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