—¿Vas a poner sus vidas por encima y seguir salvándolos mientras yo te mato? —preguntó él con una risita y ella pudo sentir la punta de la daga en la que su madre había lanzado un hechizo en la parte posterior de su cuello.
La movía lentamente como si quisiera grabar una marca en ella en lugar de matarla, pero la herida que estaba creando se estaba curando a un ritmo rápido.
—Y aquí pensé que el hechizo de Susan impedía a las brujas usar sus poderes —se burló y arrojó la daga.
No estaba segura si él había logrado lo que quería o había renunciado a mitad de camino.
—¡¿Por qué en el mundo estaba este piso a tanta altura y por qué esos malditos tontos aún intentan luchar cuando se han dado cuenta de sus intenciones!? —exclamó ella, perpleja ante la situación.
—¡Maldita sea! —gritó cuando sintió que no podía lanzar otro hechizo para detener al hombre detrás de ella cuando él se rió.
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